CAE
la tarde, y Verónica encuentra otra botella en la playa. Dentro, como siempre,
hay una carta. Mientras la extrae, anhela que esta vez vaya dirigida a alguna
de las demás mujeres pero, al instante, reconoce la letra. Es de su esposo. Le
cuenta que se siente solo, y que Carlitos la extraña y pide por ella. Verónica
estruja el papel de igual manera que aquellas palabras estrujan algo en su
pecho. Mira el horizonte como si fuera ciega, y luego escribe, en la misma
hoja, que todavía no es tiempo, que tiene que ayudar a sus compañeras de
infortunio, que algún día, pronto, marchará con ellos. Seguidamente, arroja la
botella, cargada de mentiras, otra vez al mar. Y se acaricia las seis lunas de
su vientre, sin saber si debe dar las gracias o maldecir por aquella noche de
amor antes del naufragio.
El presente texto llegó a las deliberaciones finales del pasado mes de octubre del «Microconcurso: La Microbiblioteca Esteve Paluzie».
Foto © Autor desconocido
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9 comentarios:
Este cuento tiene una atmósfera inquietante. Esa isla de mujeres, las seis lunas, el naufragio... y sobre todo esos mensajes embotellados que llegan por el mar a quien tienen que llegar...
Me atrevo a dejarte esto por si quisieras asomarte a una coincidencia.
Saludos.
Gracias, Ángeles. La atmósfera siempre es importante en un cuento aunque sea tan breve como el presente.
Saludos cordiales
Se puede maldecir y agradecer al mismo tiempo.
Excelente relato, breve pero contundente.
Saludos,
J.
Gracias, José.
Saludos funambulescos
A mí me estruja el pecho tu manera de escribir. Esa perfecta y poética armonía entre continente y contenido solo se observa de vez en cuando... Y solo entre los grandes. Haces que mire al horizonte como si fuera ciega.
Bueno, Sara, muchas gracias; sos muy generosa, vas a hacer que me ponga colorado :)
Abrazos
De lo más redondo que le he leído. Y eso que ya de base, me gusta mucho lo que escribe. Me parece una auténtica maravilla, difícil encerrar más historias y más fondo en tan poco espacio.
Aplauso.
Miguel Ángel, al igual que Sara, sos muy generoso en tu apreciación del micro. Gracias.
Gracias, Torcuato.
Saludos funambulescos
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