lunes, 26 de octubre de 2009

Redes


En el libro «Anthropological curiosities of the Lost World», Sir Alfred Camden revela que en Papúa los sueños interaccionan con lo real de maneras insospechadas. Así, refiere el caso de un soñante que desde que vio naufragar su embarcación, se negó a ejercer el oficio de pescador. La esposa, ante el hambriento lloro de los hijos optó por tomar su lugar. Después de la partida se desató una feroz tempestad y las aguas no tardaron en abandonar sobre la playa los restos del naufragio. El hombre, cumplido el luto de rigor, construyó otra embarcación y se agenció una esposa bastante más joven. Afirman los que relataron la anécdota al sabio, que el soñador se había inducido a sí mismo el sueño.


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Foto: Naufragio © Martin Day

lunes, 19 de octubre de 2009

Espejismos


Sólo vivía para escribir. Durante todo el día colmaba páginas y páginas que de noche, temeroso de los plagios, volvía del revés con la ayuda de un espejo, a la manera del maestro Leonardo. Ignoró siempre que al otro lado, su imagen llevaba millones de ejemplares vendidos a gabela.


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lunes, 12 de octubre de 2009

Decálogo del perfecto cuentista


Escribir es un camino largo y sinuoso, donde la condición de aprendiz juega a ser Peter Pan.


Todo cuentista que se precie debe tener su decálogo. Los hay escritos con suma seriedad, irónicos, juguetones, etc.; todos, por igual, constituyen un intento vano: hacer transferible aquello que no puede serlo… No obstante, su lectura siempre arrima un poco de luz a quienes procuramos apiñar palabras con algo de sentido y estética en la sempiterna fe de algún día madurar.


***


Decálogo del perfecto cuentista


Horacio Quiroga


I

Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo.


II

Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.


III

Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.


IV

Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.


V

No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.


VI

Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.


VII

No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.


VIII

Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.


IX

No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.


X

No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.


jueves, 8 de octubre de 2009

Reflejos de inanición






Drácula no ha vuelto a dormir desde que tuvo aquella pesadilla: veíase despertar en un mundo de hologramas.




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Béla Lugosi como Drácula

viernes, 2 de octubre de 2009

La obra tiene la última palabra


A LA MAÑANA siguiente de haberse burlado del pintor, el crítico despertó maniatado en una habitación vacía. Delante suyo un cuadro. Tras sus primeros gritos, el artista agraviado se hizo presente.


—¡Ja! Si usted cree que podrá hacerme cambiar de opinión enfrentándome a esa abominación, olvídelo: ¡va tan muerto como su arte! Una simplona pintura de una canilla en la era de las instalaciones y el videoart. ¡Por amor de Dios!


Inmutable, el creador se dirigió hasta el lienzo y con sus pinceles convirtió el óleo sin vida, en agua prístina. Luego se marchó. Ya cansado de maldecir, recién entonces el crítico advirtió cómo, tras rebalsar el cuadro, se comenzaba a inundar la hermética habitación.


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