miércoles, 26 de marzo de 2014

Entre palada y palada



DE PRONTO te hallas en medio de una planicie nevada. Estás confundido y no sabes qué hacer, hasta que descubres, a tu izquierda y a tu derecha, sendos rastros de pisadas. Caminas durante horas siguiendo el de la izquierda, hasta que percibes, reconfortado, a dos hombres en la lejanía. Corres, y al llegar a su lado, les hablas y les gritas y haces grandes ademanes, pero ellos no pueden verte ni oírte. Entonces te callas, y observas cómo cavan un hoyo, y arrojan un cuerpo, del que no te habías percatado antes, en su interior. Acto seguido, uno de los hombres se jacta de lo bien que habían planificado el crimen. El otro asiente con la cabeza y convida a su compañero con un cigarrillo. Te arrimas a la fosa, y descubres en el rostro de aquel desgraciado, tu propio rostro. Al instante, te desvaneces, y al volver en ti, ves que los hombres continúan fumando distraídamente. Tanteas el piso y hallas una piedra. Deprisa sales de la fosa y se la estrellas en la nuca a uno y en la sien al otro. Luego, entre palada y palada, te preguntas adónde te habría llevado el rastro de la derecha.
Safe Creative #1402150151752

El presente texto ha recibido en el mes de enero pasado una mención en el IV Certamen de relato corto para mesilla de noche que organiza el sitio Esta noche te cuento.
.

martes, 18 de marzo de 2014

En algún remoto rincón



Cuando era niño, una etapa de mi vida que aún sigo sintiendo muy cercana, me encantaban los relatos breves. Me gustaban porque me daba tiempo a leerlos de principio a fin en los ratos que podía dedicar a la lectura en aquella época: el recreo, la hora de la siesta o los trayectos de tren. Nada más empezar, la historia me atrapaba y me transportaba a un mundo nuevo y desconocido y, en cosa de media hora, me encontraba de nuevo sano y salvo en mi casa, o en el colegio.
Hay historias que, si las lees a la edad apropiada, te acompañarán el resto de tu vida. Puede que olvides el título, o quién la escribió; puede que con el paso del tiempo no recuerdes con claridad los detalles de la trama, pero si un relato te conmueve en cualquier sentido, pasará a formar parte de ti y se instalará para siempre en algún remoto rincón de tu mente.
El miedo es la emoción más intensa y la que deja una huella más profunda. Si un escalofrío te recorre el cuerpo, si al terminar de leer te encuentras cerrando el libro despacito, como con temor y, a continuación, apartándote de él con cuidado, puedes estar seguro de que esa historia permanecerá en tu cabeza para siempre. A los nueve años leí un cuento que terminaba en una habitación con las paredes y el suelo cubiertos de caracoles. Creo recordar que los caracoles en cuestión eran carnívoros y que reptaban lentamente hacia alguien con la intención de devorarlo. Todavía hoy, con sólo recordarlo, siento los mismos escalofríos que sentí al leerlo por primera vez.
La fantasía te cala hasta los huesos. Hay una curva en una carretera por la que paso de vez en cuando desde la cual se divisa un pueblecito situado más allá de unas verdes lomas; por detrás del pueblo asoman unos montes parduscos y de aspecto escabroso y, al fondo del todo, unas montañas cubiertas de niebla. Siempre que paso por allí, recuerdo cuando leí El Señor de los Anillos. Ese libro forma parte de mí, sus personajes y la historia que relata se quedaron grabados en algún lugar de mi mente y, cada vez que contemplo ese paisaje, la fantasía de Tolkien vuelve  a cobrar vida en mi imaginación como por arte de magia.
[…]
Los cuentos son como ventanas diminutas que nos permiten asomarnos a otros mundos, a otras formas de pensamiento, a otros sueños. Son vehículos que nos transportan hasta los confines del universo y nos traen de vuelta a casa a tiempo para cenar.
Llevo casi un cuarto de siglo escribiendo relatos cortos. Al principio me fueron muy útiles para aprender el oficio y empezar a desarrollar mi estilo. Lo más difícil cuando eres un escritor novato es terminar algo, y eso fue lo que aprendí escribiendo cuentos. Ahora, la mayor parte de las cosas que escribo son historias bastante largas —cómics largos, libros largos o películas largas—, y escribir un relato breve, algo que puedo terminar en un fin de semana o, como mucho, en una semana, es una auténtica gozada.
Muchos de mis autores favoritos de cuando era niño siguen estando entre mis preferidos ahora que soy adulto; escritores como Saki o Harlan Edison, John Collier o Ray Bradbury. Hechiceros que practican la magia de cerca, que, con tan sólo veintisiete letras y unos cuantos signos de puntuación, pueden hacerte reír o romperte el corazón; y todo, en unas pocas páginas.
Otra ventaja que tiene un libro de cuentos es que no tienen porque gustarte todos los relatos que lo componen. Si tropiezas con uno que no te gusta, no importa; tarde o temprano encontrarás uno que sí.
[…]
Neil Gaiman
Introducción de El cementerio sin lápidas y otras historias negras (título original M is for Magic)
.

martes, 11 de marzo de 2014

El prisionero número trece



DEPOSITA EL CORAZÓN de su décima tercera víctima en el baúl, junto a los otros, y sonríe. Tras cinco años ha logrado rendir la superstición de que el número trece lo llevaría a la cárcel. «La única prisión ha sido la de mi propia ignorancia», dice, y cierra el baúl. Luego marcha hacia su mesa de trabajo y, dispuesto a recuperar el tiempo perdido y la atención de los medios, mira y remira una docena de fotografías. Finalmente escoge la de una veinteañera rubia que asiste a sus clases, y la pega con suma delicadeza en un frasco vacío. Vuelve a sonreír y, antes de irse a la cama, dispone en su maletín los libros de Borges y Cortázar, el cloroformo y el estuche de pana con su escalpelo favorito. Ignora aún que, apenas pose su cabeza sobre la almohada, la viva voz del corazón de su décima tercera víctima jamás le permitirá conciliar el sueño.
Safe Creative #1309305844593
.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...