LA
NIÑA está sentada sobre la cama. A su lado, Mary le hace compañía. La madre le
ha dicho que se arregle, que van a salir y que no van a volver. La niña no
entiende lo que quiere decir con que no van a volver, si siempre que salen,
aunque vayan muy lejos, como cuando fueron a visitar a la abuela, siempre
vuelven. Hay muchas cosas que la niña no entiende, pero no se preocupa, porque
sabe que su mamá siempre vela por ella. Lo único que tiene que hacer ahora es
arreglarse para salir. Pero primero debe poner linda a su Mary. Para ello elige
un vestidito largo a cuadros, un pañuelo floreado para el cuello y dos
anillitos de cristal. Luego la peina amorosamente y va a buscar las botitas
azules que guarda en el ropero. Entonces entra su mamá con una valija, toma de
la mano a la muñeca y le dice: «¡Vamos, Angélica!». Pero la mano libre de la
muñeca se enreda con las sábanas y retiene a la mujer. La atribulada madre se
percata de su distracción y abraza entre lágrimas a la niña. Y la niña, que
también llora, acaricia la cabeza de su mamá, y ve —si bien de grande se
convencerá de que creyó ver— cómo Mary le guiña un ojo.
.