lunes, 28 de diciembre de 2015

Al cabo de un mes



PLANTÓ un trocito de pulpo en una maceta. Su vecino le había asegurado que el animal se desarrollaría íntegramente si tomaba la precaución de regarlo con agua de mar durante un mes. Esa misma tarde la mujer condujo cuatrocientos kilómetros para proveerse del vital elemento. Mientras tanto, en la comodidad de su casa, el hombre se reía como un niño. Y así continuó haciéndolo cada vez que recordaba su embeleco; hasta que un día su vecina lo invitó a ver el pulpo. Entonces fue la mujer quien se rió cuando aquellos ocho vigorosos tentáculos abrazaron al bromista por el cuello.
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 El presente microrrelato fue seleccionado como ganador del corriente mes de diciembre de la convocatoria Calendario Microcuentista 2016, que organiza mensualmente la Internacional Microcuentista. La imagen que ilustra el post debía emplearse como disparadora de la historia.
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viernes, 11 de diciembre de 2015

El epitafio más hermoso del mundo



SIR WALTER SCOTT poseía una de las tumbas más antiguas del cementerio. Primorosamente ornamentada, destacaban sobremanera la efigie del caballero y su escudo de armas. No obstante, si había algo de lo que sir Walter Scott se sentía particularmente orgulloso era del epitafio en letra gótica que rezaba su lápida. No podía ser para menos: durante un lustro antes de su deceso, el concebir una frase que testimoniara la hondura de su alma se había convertido en su único fin. Por eso no le extrañaba que la gente se detuviera ante el sepulcro y se prodigara en adjetivos laudatorios hacia su sabiduría. Pero, últimamente, le despertaba una inmensa curiosidad aquel anciano que todos los domingos, tras honrar a su esposa, se detenía ante su lápida con la mirada extasiada. ¿Hasta qué punto, se preguntaba sir Walter Scott, sus palabras habían calado en el corazón de aquel hombre? Una mañana, cuando una joven se detuvo junto al viejo y le preguntó qué decía el epitafio, halló la respuesta: «¡Discúlpeme, señorita, yo tampoco sé leer!; pero no le parece hermosa la forma en que están grabadas las palabras». La mujer asintió, y sir Walter Scott esbozó una larga y ambigua sonrisa.
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El presente texto ha recibido una mención en la quinta propuesta anual del V Certamen de relato corto para mesilla de noche que organiza el sitio Esta noche te cuento.
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jueves, 3 de diciembre de 2015

Una fila en el andén

«La fila» distinguido como uno de los cuatro ganadores del Microconcurso 4 añazos organizado por la revista Cuentos para el andén, y publicado en su Edición Especial nº 42 del pasado mes de noviembre.


Y de yapa, el audio del cuento en la voz de Celia Carnovale, quien ha tenido la amabilidad de llevarlo a su programa radial «TE CUENTO», que se emite por AM 1090 Radio Décadas en Hurlingham y FM Latidos en Rosario, todos los martes de 20 a 21 hs., y por internet al mundo por www.decadasam1090.com.ar y www.fmlatidos.com

domingo, 21 de junio de 2015

El precio



LA NAVE abandonó el cañón en el patio de nuestra casa. Parecía antiguo y medía unos dos metros de longitud. Mamá, papá y el abuelo se pusieron a discutir sobre si era francés o alemán, si lo habrían usado en Waterloo, o si valdría lo suficiente como para liquidar la hipoteca. A mi tía, en cambio, se le había dado por colocarle margaritas en la boca. Yo no podía entender cómo no se enfocaban en lo que era realmente importante: ¡la nave alienígena! Harto de tanta discusión bizantina me retiré a ver la tele. Recién a la noche volví al patio. Mi tía permanecía junto al cañón pero ataviada con un traje ceñido y un casco. Se alegró de verme y me pidió que la ayudara. Me dijo que siempre había soñado con ser una mujer bala y que había llegado el momento de concretar su sueño. Razoné que aquello suponía demasiados riesgos, pero me entusiasmaba la idea. Al punto que, casi a la medianoche, disparé el cañón. Mi tía cortaba dichosamente el perfil de la luna cuando la nave alienígena la abdujo. No obstante, lo más extraordinario es que nadie en mi familia, excepto yo, la recuerda.
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El presente texto ha recibido una mención en la segunda propuesta anual del IV Certamen de relato corto para mesilla de noche que organiza el sitio Esta noche te cuento.
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miércoles, 10 de junio de 2015

Siete cualidades que se deben poseer para ser escritor, según Roald Dahl



1. Se debe poseer una viva imaginación.
2. Se debe ser capaz de escribir bien. Quiero decir, que uno debe ser capaz de hacer vivir una escena en la cabeza del lector. Todo el mundo no puede hacerlo. Es un don: se tiene o no se tiene; es así.
3. Se debe tener energía. En otros términos, uno debe ser capaz de atarse a lo que hace y no abandonarlo jamás, hora tras hora, día tras día, semana tras semana, mes tras mes.
4. Se debe ser perfeccionista. Ello significa que uno jamás debe sentirse satisfecho de lo que ha escrito hasta que no lo haya reescrito una y otra vez, con el objeto de que quede lo mejor posible.
5. Se debe tener una sólida autodisciplina. Uno trabaja solo, no tiene jefe. Ninguna de las personas que están alrededor le dirán a uno qué sucedería si no regresara al trabajo.
6. Si tiene cierto sentido del humor, ello ayuda mucho. Esto no es esencial si uno escribe para adultos, pero para los niños es imprescindible.
7. Se debe tener una dosis de humildad. El autor que piensa que su trabajo es extraordinario, está abocado a grandes decepciones.
Roald Dahl
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sábado, 30 de mayo de 2015

La pianista



I
A Juana le gusta tocar el piano todos los días, salvo los domingos. Los domingos ella se ausenta sin dar explicaciones y la casa se queda muda como un salón de clases en verano. Entonces cierro los ojos y sueño con que Juana toca el piano;  pero no es lo mismo: hay que oír cómo desafina. Ella dice que no es su culpa, que en los sueños los pianos se vuelven increíblemente distraídos.
II
El piano de Juana es un piano de cola, de los que se usan en las grandes orquestas o como aquellos que aparecen en las películas en blanco y negro. Juana dice que quería ser pianista desde que estaba en la panza de mamá; y también dice que algún día vamos a tocar a cuatro manos, pero que para eso falta mucho.
III
Esta mañana le conté a mamá sobre Juana.  Y mamá me dijo que quién me había hablado sobre ella; que Juana nos había abandonado el mismo día que yo nací, un domingo; y que, recalcó, nosotros nunca tuvimos un piano. Entonces Juana me guiñó un ojo e hizo danzar tempestuosamente sus delgadas manos sobre las teclas. Y por un instante, sólo por un mínimo instante, mamá se olvidó de sus labores y levantó la cabeza.
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El presente texto llegó a las deliberaciones finales del pasado mes de abril del «IV Microconcurso La Microbiblioteca».
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miércoles, 20 de mayo de 2015

Hojarasca



SOBRE el ombligo de Paula aterriza una hoja. No sé de dónde ha salido, ya que la ventana está cerrada y no tenemos plantas en el dormitorio. El caso es que una segunda y una tercera se apean del aire sobre la boca y el pubis de Paula, respectivamente. A estas hojas, flemáticas como caracoles, le continúa una desapacible legión que cubre por completo a mi mujer. Entonces vuelve la calma. Y Paula se despierta y me nombra. «No temas», le digo, y la busco una y otra y otra vez entre las hojas.
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El presente microrrelato fue seleccionado como ganador del mes de abril próximo pasado de la convocatoria Calendario Microcuentista 2016, que organiza mensualmente la Internacional Microcuentista.
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domingo, 10 de mayo de 2015

El viejo y la arena



UN HOMBRE hace footing en la playa cuando se topa con un viejo pescador que ha lanzado el sedal de su caña en la arena.
—Abuelo —dice el corredor esbozando media sonrisa—, ¿están picando?
—Todavía no, hijo —responde el viejo, arrellanándose sobre su cobija.
El hombre sonríe abiertamente.
—Tal vez debería intentarlo en el mar.
—Tal vez… pero de acá nunca me voy con las manos vacías —arguye el viejo, y mientras el hombre se aleja, añade—: ¡Hijo, aunque pensés que me falta algún tornillo, andá con cuidado; estas arenas suelen ser peligrosas!
—Claro, abuelo; ¿será que son movedizas? —dice el corredor soltando una carcajada.
El viejo, cariacontecido, se pone de pie pero sin salirse de su cobija; y, a la par que siente que un pez ha picado, contempla cómo una aleta surca vertiginosamente la arena tras los pasos del hombre que aún ríe.
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viernes, 24 de abril de 2015

Homo ad circulum



JOHN MICHELL teorizó que tanto el Imperio Británico como el resto del mundo reposaban sobre el contorno de un círculo. «Lo que implica —señaló— que nuestra realidad es bidimensional». Dichas afirmaciones le valieron a Michell la expulsión de la Real Academia de Ciencias, amén de la mofa descarnada del vulgo. No obstante, el sabio perseveró en su teoría, hasta que desarrolló un artilugio, al cual apodó «Zeta», para acceder a la tridimensionalidad. Poco después, en pleno proceso de exploración, pudo observar que el círculo era negro. «Como una estrella oscura», pensó, antes de ser atraído irremediablemente hacia su interior.
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El presente microrrelato obtuvo —el mes de marzo próximo pasado— una 1º mención en el concurso Calendario Microcuentista 2016, que organiza mensualmente la Internacional Microcuentista.
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jueves, 16 de abril de 2015

Velocidad de los cuentos, por Eloy Tizón (fragmento)



Para mí resulta difícil explicar de forma sencilla y en pocas palabras mi proceso creativo, porque a veces tendemos a tratar de analizar y verbalizar racionalmente ciertos fenómenos que están envueltos en bruma. En un cuento, en una película, no hay que pretender «entenderlo» todo; es bueno que haya zonas de penumbra. En el terreno del arte, tenemos que acostumbrarnos a convivir con cierta dosis de ambigüedad. No debemos olvidar que toda forma de creación tiene un componente misterioso. Crear algo es misterioso. Yo soy misterioso. Todos somos misteriosos. Dentro de esa gran constelación de misterios que es la literatura, que a su vez está compuesta por otros muchos pequeños misterios y constelaciones menores, lo más enigmático de todo el proceso, para mí, sigue siendo el instante en que surge la idea inicial. El chispazo que hace que se ponga en marcha toda la maquinaria. El relámpago alucinatorio que aparece por sorpresa, nos acelera el pulso y nos advierte: «Ahora». Este flechazo es el responsable de que uno se enamore de la literatura con un amor eterno. Eso es lo único que no es trabajo. Excepto eso, todo el resto es trabajo. Trabajo duro, además.
¿De dónde vendrá esa chispa casi sagrada que nos obliga a realizar ese acto insensato que es contar una historia? Ese rapto de inspiración repentina, o como se quiera llamar, por regla general nos sorprende desprevenidos. En cuestión de segundos uno pasa de ir en metro a volar en alfombra mágica. Del fondo de la mente una forma se destaca, adquiere ritmo, relieve, se impone; puede tratarse de un recuerdo borroso que vuelve del pasado, del pozo de nuestra infancia, de algo que cae del futuro, o de algo completamente inventado. Para el caso da lo mismo; pero sea como sea, puede decirse que en ese fogonazo inicial está ya implícito todo el material, página a página, si bien de forma desenfocada. Hemos tomado la decisión de escribir sobre un asunto concreto. El primer paso está dado. Ahora hace falta enfocarlo. El resto, insisto, ya no es más que trabajo.
En lo que a mí respecta, confieso que no pertenezco a ese grupo de autores que afirman que en el momento de ponerse a escribir ya lo tienen todo claro en la cabeza desde el principio. No; mi caso es diferente. Yo no veo con claridad el argumento, ni los personajes, ni casi nada. Las cosas se van aclarando a medida que voy escribiendo. La escritura surge de la escritura. El libro nace del libro. Las palabras van tirando unas de otras. Digamos que en esa fase inicial lo único que tengo claro es el sueño del libro. Intuyo el efecto emocional que su lectura causaría en mí, en el supuesto de que existiese. Pero todavía no existe. Tengo, pues, que inventar la historia para que produzca ese determinado efecto, y no otro. Cuanto más me acerque a mi sueño, más cerca estaré de conseguir mi propósito y quedarme tranquilo.
Hay que desarrollar un oído finísimo, un oído de músico, para aprender a escuchar y respetar las necesidades de la escritura, que no siempre tienen que coincidir con las nuestras. Silencio. Si uno se calla y escucha con atención el tiempo suficiente, verá cómo el libro habla. Se dirige a nosotros en voz baja, llamándonos por nuestro nombre, y nos susurra algo al oído. La historia pide cosas y nosotros debemos dárselas. Es una relación de mutua dependencia. En todos los sentidos es una relación, como ya he insinuado, amorosa. Aprender qué es beneficioso y qué es perjudicial para lo que estamos narrando es, precisamente, el camino que nos conducirá a nuestro sueño de llegar a convertirnos en escritores.
Así pues, yo no parto de una historia definida, con personajes nítidos y una acción trazada con tiralíneas, sino del deseo de que haya una historia (subrayo esto). Escribir, para mí, es tener ganas de escribir. Ganas de que haya algo donde antes no había nada. Ganas de llenar un hueco. De cubrir un vacío. De salvar del olvido algo, algo pequeño, irrelevante, de poco peso, como el color del cielo una tarde, el traje arrugado de Sergio o un reflejo rojizo en la melena de Paula. Cualquier cosa. Soy muy visual (lo era ya antes de dedicarme a escribir; mi primera vocación fue la pintura), por lo que siempre necesito apoyarme en imágenes. Todo lo que he escrito hasta ahora, bueno o malo, está perforado por una mirada, la mía, y confío en que el temblor de esa mirada aporte intensidad a la prosa.
El arquero inmóvil: nuevas poéticas sobre el cuento
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martes, 7 de abril de 2015

Amanecer



HAY una mujer muerta sobre la arena, allí donde el mar y la playa se disputan los límites. Tendrá unos veinte años, y pese a las lesiones, aún es dolorosamente bella. Por pudor, he cubierto su desnudez con la manta que abrigaba mis hombros; pero he dejado al descubierto su cabeza…
Ávidos como leones, los ojos le persisten hacia el levante.
Quizás debería llamar a la policía. Quizás… pero me rehúso a que, además de todo, la priven de su último amanecer.
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lunes, 30 de marzo de 2015

«El libro de la vida», artículo de S. H.



Quien se guía por la lógica, podría inferir de una gota de agua la posibilidad de la existencia de un océano Atlántico o las cataratas del Niágara sin necesidad de haberlos visto u oído hablar de ellos. Toda la vida es, asimismo, una cadena, cuya naturaleza conoceremos siempre que se nos muestre uno de sus eslabones. La ciencia de la deducción y el análisis, al igual que todas las artes, puede adquirirse, únicamente, por medio del estudio prolongado y paciente, y la vida no dura lo bastante para que algún mortal llegue al sumo conocimiento de esa ciencia. Antes de volcarse a ciertos aspectos morales y mentales de esta materia, que representan las mayores dificultades, el investigador debe empezar por controlar problemas más elementales. Empiece, siempre que conozca a otro mortal, por aprender a leer, de una sola ojeada, cuál es el oficio o profesión que ejerce. Aunque este ejercicio pueda parecer pueril, lo cierto es que agudiza las facultades de observación y enseña en qué cosas hay que fijarse y qué es lo que hay que buscar. La profesión de una persona puede ser revelada con claridad, ya sea por las uñas de sus manos, la manga de su chaqueta, su calzado, las rodilleras de sus pantalones, las callosidades de los dedos índice y pulgar, su expresión o los puños de su camisa. Resulta inconcebible que el conjunto de todas estas cosas no lleguen a mostrarle claramente el problema a un observador capaz.
Sherlock Holmes
De Estudio en escarlata
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miércoles, 11 de marzo de 2015

Voces



SIEMPRE había sido sordo. Nunca supo cómo sonaba una voz hasta aquella tarde en la sala de anatomía en que una lengua en formol le habló. Se sintió en otro mundo. Al principio le bastó con las charlas después de clase, pero un día no fue suficiente. Tenía tanto para intercambiar. Así que la hurtó. Mas con el tiempo resultó un tanto insulsa, y quiso entablar nuevas relaciones; dándose, entonces, a una meticulosa búsqueda de posibles interlocutores. Cuando creía toparse con uno, lo libraba del cuerpo sobrante haciendo uso de sus dotes de estudiante de cirugía. La prensa habló de quince víctimas, pero se le confirmaron trece; las otras dos fueron obra de un imitador chapucero, hambriento de notoriedad, que pronto cayó. Hace tres años, los ataques cesaron, y el expediente quedó abierto. Ayer, para nuestra sorpresa, se entregó. El teniente me reasignó, junto con Martínez, al caso; y nos informó que el imputado no podía hablar, un cáncer le había arrebatado la lengua. En nuestro primer interrogatorio, vía intérprete, lo supimos desesperado; ya no soportaba los monólogos.
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El presente texto ha sido uno de los 26 micros seleccionados en el 1º Concurso de Microrrelatos de Terror convocado por Librerío de la Plata y los organizadores del IV Festival de Cine de Terror de Sabadell.
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jueves, 5 de marzo de 2015

Credo, de Felipe Garrido



El cuento corto es un cuento: un relato donde un personaje afronta un conflicto.
Una metáfora, una paradoja, un poema en prosa, una estampa, una frase ingeniosa, un chiste, los géneros aledaños comparten el gusto por lo breve, pero no son cuentos. Dos greguerías de Gómez de la Serna:
La luna necesita gatos.
Los ojos sin tiempo de las estatuas.
Otra greguería, con personajes y conflicto, un cuento:
Enceraba el piso con esmero, a ver si resbalaba la patrona.
No tengo nada contra las metáforas, las paradojas, los poemas en prosa, las estampas, las frases ingeniosas, los chistes, los géneros aledaños; señalo que no son cuentos. Yo he procurado cultivar el cuento corto.
En un cuento corto toda palabra que pueda sobrar, sobra.
En un cuento corto, más claramente que en ningún otro género, el lector es cómplice. De otro modo no podría apreciar relatos como «La Venus de Milo», de Salvador Novo:
¿Qué cómo, en fin, tenía yo los brazos? Verá usted: yo vivía en una casa de dos piezas. En una me vestía y me desnudaba. Y siempre ha habido curiosos que se interesan en ver. Ahora me quieren ver los brazos. Entonces querían verme lo que usted ve. Y yo, en ese momento, trataba de cerrar la ventana.
O «Lot», de Olga Harmony:
¡Qué tedio puede llegar a padecerse al lado de un justo! Todos se divierten en Sodoma, menos esta familia en la que tanto se teme al pecado.
Y exasperada, la mujer de Lot prosiguió su soliloquio: ¿Es que nada vendrá a darle sabor a mi vida?
Para comprenderlos hay que conocer a la Venus de Milo, y la historia de la estatua de sal.
Los cuentos cortos aspiran a tener menos palabras. La elipsis, el humor, la paradoja, la intertextualidad, las referencias a personajes históricos y mitológicos, los giros inesperados, las conclusiones deslumbrantes son recursos del cuento corto.
Los lectores de cuentos largos y de novelas no siempre pueden apreciar el deslumbramiento que representa un cuento corto.
La estética del cuento corto es la estética del relámpago.
Felipe Garrido
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lunes, 23 de febrero de 2015

Suspirar de alivio



A AQUELLAS primeras gotas sobre el espejo supuse que las había salpicado yo mismo, como de costumbre, mientras me cepillaba los dientes. Pero a aquellas otras que habían comenzado a mojarme la cabeza y el torso, no podía, obviamente, atribuirles dicho origen. Entonces levanté la vista hacia el cielo raso. Una muchedumbre de nubes grises y negras lo enmascaraba por completo. Atónito, y con el cepillo aún entre los dientes, me refregué los ojos. Al abrirlos, las nubes no sólo permanecían allí, sino que ahora dejaban caer una cortina de agua tenaz y gélida. Me enjuagué la boca y salí del baño escoltado por la lluvia. A medio camino de la puerta de calle, me sorprendió una letanía de relámpagos y truenos. Corrí el trecho que me faltaba, introduje la llave en la cerradura y procuré, una y otra vez, hacerla girar. Pero la llave se rompió, y al arrojarla al piso me percaté de que el agua me llegaba hasta las rodillas; y subía y subía. Desesperado, busqué el auxilio de las ventanas del living, el comedor, la cocina…
Una hora después, mientras me encontraba haciendo la plancha a escasos centímetros de las nubes, la lluvia cesó tan inesperadamente como había comenzado. Suspiré de alivio. Lo que aún no sabía era que el agua iba a demorarse una semana en bajar.
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sábado, 14 de febrero de 2015

Tristeza y arte



Puedo adivinar una peculiar tristeza dentro de la armonía y la belleza de casi todas las obras de arte. Se podría decir que es simplemente la tristeza de la vida, pero es una tristeza que de alguna manera se convierte en el motor generador, en un eslabón de la cadena de energía que hace que el artista persista cuando la haya vivido, que la transforme mediante su instrumento de expresión. Considero un postulado, casi un axioma, el hecho de que para cuando la personalidad creadora ha llegado a la madurez, tiene acumulada en el fondo una gran melancolía que clama por liberarse.
León Edel
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miércoles, 28 de enero de 2015

El juego del fisonomista



LA ESPERÉ toda la noche, café tras café, sin dejar de mirar la calle. Me entretenía rebautizando a los transeúntes según sus caras. Nueve Juanes, seis Marías, cinco Fernandos, dos Elisas y ¡hasta una Tatiana!; pero nadie con fisonomía de Nancy, Rodolfo o Verónica. Ni de Silvia…
Al amanecer, le pido al mozo ―que tiene cara de Esteban aunque le digan Juan― otro café, el último, y los periódicos que el canillita ―éste sí que es un Juan en todo su derecho― ha dejado sobre la barra. Entre sorbo y sorbo, hojeo los titulares, sonrío con las viñetas de la contratapa y deambulo discretamente por las necrológicas. Mis ojos se espantan al leer «Silvia I…»; al tiempo que una mujer que dice ser Silvia I… ―aunque no tiene cara de Silvia, sino de Laura―, se sienta a mi lado y me asegura que he sido más que cortés en esperarla toda la noche. Le digo que no es nada y cierro el periódico. La charla se vuelve cada vez más placentera, hasta que descubro mi imagen reflejada en el vidrio de la ventana.
Lo cierto es que no me sorprende el hecho de que ya no tengo cara de Gabriel.
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martes, 20 de enero de 2015

Decálogo de Espido Freire



1. Mantén bajo control tu ego. Mantén bajo control tu inseguridad. Tu obra se alimenta de ti, asegúrate de que se nutre bien.
2. Escribes literatura, no historia. Tienes la licencia, y en ocasiones, la obligación de inventar.
3. Evita la cursilería, y nunca la confundas con la erudición.
4. Huye de las frases hechas. No escribas «Oleadas de placer», ni «Marco incomparable».
5. No espantes a tus amistades con una continua charla sobre tu obra: ya te aclamarán como genio cuando mueras, de momento trabaja y sé modesto.
6. No cometas el error de entrar en camarillas, ni de criticar a autores, por muy detestables que éstos te parezcan. Algún día serás uno de ellos, y no te gustará.
7. Lee con orden y profesionalidad. Lee hasta el agotamiento, pero no más allá.
8. No te perpetúes en cursos o talleres literarios. Éste es un oficio solitario, queramos o no.
9. No mientas sobre tus influencias o tus lecturas. Se nos pilla siempre.
10. Crea tu propio decálogo y sé todo lo fiel que puedas a él.
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martes, 6 de enero de 2015

R.I.P.



LLEVABA cinco años en la isla cuando apareció el niño. Era de noche y tuve miedo, porque el mar, esa misma mañana, había regurgitado su cuerpo. Pero al contemplarlo, trémulo y lloroso, supe lo que tenía que hacer. Me acerqué y le conté un cuento: «Los músicos de Bremen». Sonrió. Desde entonces no he parado de contarle historias de los hermanos Grimm, pero también de Dickens, Poe o Guy de Maupassant. No obstante, cada tanto, él prefiere que nos acompañemos en silencio. Esas noches quisiera llevarlo al sitio donde lo sepulté… Lamentablemente, el recuerdo de la soledad me lo impide.
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El presente texto obtuvo una mención en el II Certamen de Microrrelatos "Realidad Ilusoria", organizado por Miguel Ángel Page.
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