domingo, 29 de mayo de 2011

En la niebla

Remeros en la niebla



ÉRAMOS TRECE HOMBRES, trece soledades puestas de dos en dos en el bote, salvo el teniente que, aferrado al timón, se diluía más y más en la niebla hasta ser sólo una voz que cada tanto nos recordaba su presencia. Quién sabe en qué instante, un olor nauseabundo nos obligó a dejar de remar para calarnos unos pañuelos. Un camarada sugirió entonces que esperásemos a que bajara la niebla, que desobedeciéramos al teniente, que teníamos una oportunidad. Un ¡Remen!, enfático como un látigo, nos volvió al silencio y la obediencia.


Yo conocía bien al teniente, éramos los dos únicos veteranos en el bote, y sabía que jamás admitiría que nos habíamos extraviado y que la misión ya no tenía sentido.


En realidad, ni la niebla ni el que estuviéramos ―hace horas, quizás días― dando vueltas en círculos me preocupaba; pero aquel olor cavando hasta nuestras almas, era distinto… Tanto que pensaba seriamente en arrojarme a las aguas cuando dimos contra algo. Entonces la niebla, como si nunca hubiera existido, se disipó y nos enfrentamos a otro bote, idéntico al nuestro, con los cuerpos de trece hombres en avanzado estado de descomposición.


Sin inmutarse, el teniente apartó el bote intruso y ordenó que continuáramos remando; a la vez que la niebla, junto al olvido del hallazgo, volvía a caer sobre nosotros.


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viernes, 27 de mayo de 2011

Tiempo y acción

Michael Parkes, Ex-Libris


[RECETAS EXPRESS PARA MEJORAR NUESTROS RELATOS, VIII]

Isabel Cañelles


Un relato requiere acción. Cuidado con los narradores en primera persona, que pueden servirnos de excusa para exponer meras reflexiones. Mientras el narrador protagonista está reflexionando, no ocurre nada. Tiempo = 0. Acción = 0. Mala cosa. Un relato es una flecha de acción que atraviesa una manzana de tiempo.


Arte © Michael Parkes, Ex-Libris

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domingo, 22 de mayo de 2011

El ojeba

Alce



EL OJEBA, mamífero artiodáctilo similar al alce terrestre, es una de las especies más extrañas de Qoppa 47. Su carne se considera tan exquisita que un plato de la misma cuesta veinte mil criks, es decir, el equivalente a la paga de cinco años de un oficial de la flota estelar. Esto se debe a que los ojebas poseen una serie de cualidades que hacen prácticamente imposible su caza:


En primera instancia, jamás caen en una trampa.


En segunda, alertados del peligro por un finísimo oído, sus glándulas sudoríparas generan un olor nauseabundo que causa vómitos, mareos, y hasta desmayos.


En tercera, si la táctica anterior fracasa, el ojeba recurre a una serie de sonidos inaudibles de baja frecuencia ―recientemente descubiertos―, que escanean la mente del cazador, resultado de lo cual, éste contempla como el ojeba se transfigura en uno de sus progenitores, o en su esposa, o en un hijo…; en otras palabras, en su ser más querido. La perplejidad de los que han enfrentado esto es tal, que no sólo dejan escapar al ojeba, sino que además, no vuelven a intentar su caza. Sin embargo, cada tanto alguien aprieta el gatillo. Cabe acotar que entre estas personas se registra una tasa de suicidios del noventa y nueve por ciento.


Ezequiel Bevaqua, Crónicas de los confines de la República

(Ganimedes, 2187)



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miércoles, 18 de mayo de 2011

El microrrelato según...

Homer Winslow 01


...Francisca Noguerol.


«El microrrelato, por su naturaleza eminentemente narrativa, guarda una estrecha relación con el cuento, pero por su característica brevedad, no puede permitirse el retrato moroso de los personajes —estos se manifiestan por su actuación, y de ahí la importancia del lenguaje—, la digresión ni la marginación de ningún elemento narrativo, entre los que se incluye un aspecto tan relevante en las obras que comentamos, como el título. El microrrelato forma parte de una categoría más amplia denominada minificción —de ahí que nuestros congresos sobre el tema hayan adoptado este segundo término para englobar a todos los textos breves de naturaleza literaria—, y en este último apartado se incluyen obras mucho más cercanas a otros géneros, como el poema en prosa, el haikú o el aforismo. Por ello, hablaría del microrrelato como una subcategoría dentro de la poliédrica naturaleza de la minificción».


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viernes, 6 de mayo de 2011

Sueños

Hielke Gerritse, Underground I



UN HOMBRE soñó que otro lo mataba a sangre fría. Todo comenzaba con el asesino sentándose frente suyo y proseguía con ambos tratando de bajarse en la misma estación de subtes, entre un mar de gente. De súbito, el sueño arrojaba al soñador al living de su casa, donde el criminal, pistola en mano, le decía algo antes de ejecutarlo que no alcanzaba a oír.


A lo largo de varias noches, el hombre padeció el mismo sueño hasta que una mañana en el subte, el asesino, de carne y hueso, se sentó frente a él. Aunque la perplejidad se le ocurrió mutua, cuando la multitud se arremolinó hacia las puertas, el soñador no vaciló en extraer un estilete…


Desde entonces el hombre vivió tranquilo hasta una tarde en la que, al ingresar a su casa, se imaginó otra vez en el sueño; pero supo que no lo era al oír a su interlocutor:


―Mi hermano gemelo tenía más cabeza que yo para ser detective; pero el destino quiso que la usara para ser escritor, y de los buenos. Tanto que todo lo volvía literatura, en especial, sus sueños.


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Foto © Hielke Gerritse, Underground I

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