jueves, 24 de noviembre de 2016

En una isla cualquiera



CAE la tarde, y Verónica encuentra otra botella en la playa. Dentro, como siempre, hay una carta. Mientras la extrae, anhela que esta vez vaya dirigida a alguna de las demás mujeres pero, al instante, reconoce la letra. Es de su esposo. Le cuenta que se siente solo, y que Carlitos la extraña y pide por ella. Verónica estruja el papel de igual manera que aquellas palabras estrujan algo en su pecho. Mira el horizonte como si fuera ciega, y luego escribe, en la misma hoja, que todavía no es tiempo, que tiene que ayudar a sus compañeras de infortunio, que algún día, pronto, marchará con ellos. Seguidamente, arroja la botella, cargada de mentiras, otra vez al mar. Y se acaricia las seis lunas de su vientre, sin saber si debe dar las gracias o maldecir por aquella noche de amor antes del naufragio.
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El presente texto llegó a las deliberaciones finales del pasado mes de octubre del «Microconcurso: La Microbiblioteca Esteve Paluzie».
Foto © Autor desconocido
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9 comentarios:

Ángeles dijo...

Este cuento tiene una atmósfera inquietante. Esa isla de mujeres, las seis lunas, el naufragio... y sobre todo esos mensajes embotellados que llegan por el mar a quien tienen que llegar...

Me atrevo a dejarte esto por si quisieras asomarte a una coincidencia.

Saludos.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Gracias, Ángeles. La atmósfera siempre es importante en un cuento aunque sea tan breve como el presente.

Saludos cordiales

José A. García dijo...

Se puede maldecir y agradecer al mismo tiempo.

Excelente relato, breve pero contundente.

Saludos,

J.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Gracias, José.

Saludos funambulescos

Sara dijo...

A mí me estruja el pecho tu manera de escribir. Esa perfecta y poética armonía entre continente y contenido solo se observa de vez en cuando... Y solo entre los grandes. Haces que mire al horizonte como si fuera ciega.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Bueno, Sara, muchas gracias; sos muy generosa, vas a hacer que me ponga colorado :)

Abrazos

Miguel Ángel Pegarz dijo...

De lo más redondo que le he leído. Y eso que ya de base, me gusta mucho lo que escribe. Me parece una auténtica maravilla, difícil encerrar más historias y más fondo en tan poco espacio.

Torcuato dijo...

Aplauso.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Miguel Ángel, al igual que Sara, sos muy generoso en tu apreciación del micro. Gracias.

Gracias, Torcuato.


Saludos funambulescos

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