CAE
la tarde, y Verónica encuentra otra botella en la playa. Dentro, como siempre,
hay una carta. Mientras la extrae, anhela que esta vez vaya dirigida a alguna
de las demás mujeres pero, al instante, reconoce la letra. Es de su esposo. Le
cuenta que se siente solo, y que Carlitos la extraña y pide por ella. Verónica
estruja el papel de igual manera que aquellas palabras estrujan algo en su
pecho. Mira el horizonte como si fuera ciega, y luego escribe, en la misma
hoja, que todavía no es tiempo, que tiene que ayudar a sus compañeras de
infortunio, que algún día, pronto, marchará con ellos. Seguidamente, arroja la
botella, cargada de mentiras, otra vez al mar. Y se acaricia las seis lunas de
su vientre, sin saber si debe dar las gracias o maldecir por aquella noche de
amor antes del naufragio.
El presente texto llegó a las deliberaciones finales del pasado mes de octubre del «Microconcurso: La Microbiblioteca Esteve Paluzie».
Foto © Autor desconocido
.