MI
MUJER habla, habla y habla. De su mamá, de la nueva novela mexicana, del novio
casi adolescente de la vecina. Cosas que ni me van ni me vienen. A veces me
gustaría que la tecla «Mute» del control remoto del televisor sirviese también
para ella. De hecho, la he probado en varias ocasiones; pero los milagros no
existen. Al menos eso es lo que creía hasta esta noche. Como el viejo control
se había roto, compré uno nuevo. El vendedor me aseguró que era universal. ¡Y
tenía razón!
A
escasos segundos de que comenzara el «superclásico», mi mujer no se dignaba a
darme una tregua; entonces le apunté disimuladamente con el flamante control
remoto…
¡Qué
delicia mirar el partido sin oír su cantinela! Sin embargo, ella, como yo no le
respondía ni siquiera con mis habituales monosílabos, se paró delante de la
pantalla. Comprendí que me estaba gritando al observar su cara colorada y su
enorme boca abierta. Cuando le pedí amablemente que se corriese, se abalanzó
sobre el control como una fiera.
Forcejeamos
durante unos minutos, hasta que sin querer apreté el botón de apagado y ella se
cayó redonda al piso. ¡Por una vez pude ver el partido como Dios manda! Ahora,
de cuclillas a su lado, me siento todo un Hamlet: «Encender o no encender a mi
mujer, ésa es la cuestión».
4 comentarios:
Un poquito de humor no le viene mal a nadie, ¿no? Gracias, Julio.
Saludos funambulescos
Coincido, una pieza de humor negro estupenda. Aunque muchas te tacharán de machista.
A mí, como me gustan los palabros, lo tacho más bien de misógino :-).
¿Te parece, Miguel Ángel? ;) ¡Gracias!
Elemental, Elisa (lo que pasa es que estoy leyendo demasiadas aventuras de un tal Sherlock).
Saludos cordiales
Publicar un comentario