QUISO
DIOS que el mismo día que me ordené sacerdote, un 25 de octubre de hace casi
cincuenta años, comenzara también mi afición secreta. Recuerdo a aquel pequeño
gorrión desamparado que encontré en la calle y cómo, por misericordia, le torcí
el cuello. Incapaz de abandonar su cuerpo para festín de algún gato sarnoso, lo
envolví en un pañuelo con la intención de darle cristiana sepultura. Pero
impensadamente le extendí las alas y supe, como si fuera una revelación, que
debía coleccionarlas. Desde entonces, cada 25 de octubre, sumo un nuevo par de
alas a mi repertorio: de un canario, de un zorzal, de un periquito... Párrafo
aparte merecerían las peripecias que padecí al desviar, en sendas
oportunidades, los fondos de la colecta anual para engalanar mi colección con
las alas de un quetzal y un águila calva. O cuando robé del museo de La Plata
los restos fósiles de un arqueópterix. Sin embargo, próximo a cumplir mis bodas
de oro como coleccionista y sacerdote, prefiero referirme al deseo de coronar
mi afición de manera única. Mi amiga y confidente, Sor Lourdes, ha accedido a
brindarme su ayuda: desde hace años, los 25 de cada mes, la visita
clandestinamente un ángel.
.
5 comentarios:
Sin dudas ha de tratarse de un sacerdote satánico, pues sus usos distan mucho de las doctrinas de fe y del sentido común.
Un abrazo.
Las obsesiones alcanzan a todos los mortales. Un relato muy original e inquietante.
Gracias Francisco y Miguelángel por vuestros comentarios.
Saludos cordiales
Me gusta y me gusta mucho.
Los sacerdotes guardan muchos secretos, aunque se confiesen, y el de este, original y creciendo en complejidad pone un pellizco en el estómago.
Por un momento pensé que la víctima sería ella, sólo un momento; había algo que no cuadraba, ella no tenía alas. De modo que el final, perfecto, encajando como un guante, me ha sorprendido y me ha encantado.
Pobre ángel, iba a decir.
Buena caza
¡Gracias, Luisa! A mí me gusta que te guste :) Y sí, el ángel de pobre, nada…
Saludos cordiales
Publicar un comentario