TRAS noventa y nueve años solo falta uno para que el
maleficio de la abrumadora muralla que aísla la ciudad del resto del mundo
llegue a su fin. En la mente de sus habitantes resuenan distantes ―y ya ajenas―
historias de guerras y hambrunas, de invasiones y reyes despóticos, de
servidumbres y barbarie.
Afortunadamente, y gracias a la participación voluntaria
de todos, incluidos ancianos y niños, habrán colocado seis meses antes de que
eso suceda la última piedra de la flamante ―y no menos abrumadora― muralla.
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6 comentarios:
Las murallas siempre están ahí, depende de como las veamos protegen o encarcelan.
Muy bueno, Gabriel. Y hace pensar...
Un abrazo.
Toda muralla tiene dos caras: la externa que protege y la interna que aísla.
Un abrazo.
Abre la muralla, cierra la muralla ¿¿?? qué difícil esto de vivir y convivir.
Gracias, Sara. Tengo otro relato que es un poco la antítesis de este. De seguro en las próximas semanas lo subiré. Abrazos.
Así es Francisco. Abrazos.
Didícil sin dudas, La Abela.
Saludos funambulescos
A veces no sabemos no estar presos...
Un beso Gabriel y muy feliz Año Nuevo
¡Gracias, Alma, y Muy Feliz Año Nuevo también para ti!
Abrazos
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