miércoles, 2 de enero de 2013

Prórroga



TRAS noventa y nueve años solo falta uno para que el maleficio de la abrumadora muralla que aísla la ciudad del resto del mundo llegue a su fin. En la mente de sus habitantes resuenan distantes ―y ya ajenas― historias de guerras y hambrunas, de invasiones y reyes despóticos, de servidumbres y barbarie.
Afortunadamente, y gracias a la participación voluntaria de todos, incluidos ancianos y niños, habrán colocado seis meses antes de que eso suceda la última piedra de la flamante ―y no menos abrumadora― muralla.
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6 comentarios:

Sara Lew dijo...

Las murallas siempre están ahí, depende de como las veamos protegen o encarcelan.

Muy bueno, Gabriel. Y hace pensar...
Un abrazo.

Francisco Espada dijo...

Toda muralla tiene dos caras: la externa que protege y la interna que aísla.
Un abrazo.

Abela dijo...

Abre la muralla, cierra la muralla ¿¿?? qué difícil esto de vivir y convivir.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Gracias, Sara. Tengo otro relato que es un poco la antítesis de este. De seguro en las próximas semanas lo subiré. Abrazos.

Así es Francisco. Abrazos.

Didícil sin dudas, La Abela.


Saludos funambulescos

Anónimo dijo...

A veces no sabemos no estar presos...

Un beso Gabriel y muy feliz Año Nuevo

Gabriel Bevilaqua dijo...

¡Gracias, Alma, y Muy Feliz Año Nuevo también para ti!

Abrazos

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