MI
HERMANO Y YO habíamos salido a cazar con un rifle de balines. Acordamos que
aquél que matase menos lagartijas tendría que sacar la basura durante un mes.
Él falló todos los disparos. Yo, en cambio, acerté diez de diez. No obstante,
cada vez que íbamos a recoger mis lagartijas, no hallábamos de ellas ni
siquiera una gotita de sangre. Según mi hermano, la distancia y las condiciones
atmosféricas, como el calor y la humedad, suelen producir ilusiones ópticas.
Creo que esa explicación no se la creía ni él, pero le sirvió para justificar
un empate y así no tener que sacar la basura.
Esa misma
noche me desperté con un intenso dolor en los pies. Al correr las sábanas,
descubrí que diez lagartijas traslúcidas me estaban mordisqueando los dedos.
Hice de todo para quitármelas: patalear como si estuviera bailando un malambo,
golpearlas con una enciclopedia, poner los pies en agua caliente, hasta que
recordé haber visto en algunas series de tevé que la sal ahuyenta a los fantasmas.
Desde entonces duermo con un salero y una caja de curitas sobre la mesa de luz.
Pero lo peor de todo es que no le puedo demostrar a mi hermano que yo sí gané
aquella tarde, porque cada vez que le pido que se quede en mi cuarto para ver
las lagartijas, las muy sinvergüenzas no se aparecen.
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5 comentarios:
Gracias, Julio, por tu comentario. Y bienvenido a "El elefante funambulista".
Saludos
Me gusta muchísimo, me parece muy original. Es una historia de terror de corte clásico, pero con un planteamiento de "baja intensidad", un juego de niños y unas humildes lagartijas. Mi aplauso.
Gracias, Miguel Ángel. Soy de los que creen que no se necesitan "grandes temas" para escribir una buena historia, y que en lo mínimo puede existir lo máximo, hasta, por ejemplo, en un juego de niños y unas pobres lagartijas ;)
Saludos cordiales
Ah, es que los fantasmas no se le aparecen a cualquiera. Eso hay que merecérselo.
Precioso, me gusta mucho.
Gracias, Ángeles. Me alegra que te haya gustado.
Saludos cordiales
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