ERA
LA HORA en que el mar baja y los cangrejos salen de sus escondites, cuando casi
me tropiezo con un tipo enterrado en la arena hasta el cuello. Me acuclillé a
su lado. Él le agradeció a Dios por mi aparición salvadora, pero al comprobar
que yo no hacía nada, primero me injurió, y luego me prometió riquezas
inimaginables. «Lo siento —le dije mientras me apartaba del paso de los
cangrejos—, pero considere usted que, con seguridad, jamás tendré otra ocasión de
ver algo así».
El presente texto resultó 1º finalista del III Certamen de microrrelato “Realidad Ilusoria”, que organiza anualmente Miguel Ángel Page.
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4 comentarios:
Enhorabuena, Gabriel, estás en racha (también te llevaste el premio de la Inter, lo sé). Un abrazo y a seguir. Ojalá coincidamos muchas veces.
Doy por seguro que sí, Elisa :) Pero sobre todo a seguir.
Abrazos funambulistas
Salvaje y delicioso.
Enhorabuena por la merecida mención.
Salud.
Gracias, Miguel Ángel.
Saludos cordiales
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