LLEVABA
cinco años en la isla cuando apareció el niño. Era de noche y tuve miedo,
porque el mar, esa misma mañana, había regurgitado su cuerpo. Pero al contemplarlo, trémulo y
lloroso, supe lo que tenía que hacer. Me acerqué y le conté un cuento: «Los
músicos de Bremen». Sonrió. Desde entonces no he parado de contarle
historias de los hermanos Grimm, pero también de
Dickens, Poe o Guy de Maupassant. No obstante, cada tanto, él prefiere
que nos acompañemos en silencio. Esas
noches quisiera llevarlo al sitio donde lo sepulté… Lamentablemente, el
recuerdo de la soledad me lo impide.
El presente texto obtuvo una mención en el II Certamen de Microrrelatos "Realidad Ilusoria", organizado por Miguel Ángel Page.
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4 comentarios:
Empiezas el año fuerte buen texto gabriel me encantan estos relatos con toques intimistas y tétricos abrazos nos leemos
Gracias, Manuel.
Saludos cordiales
Simplemente escalofriante. Enhorabuena por la merecida mención.
Gracias, Miquel Ángel.
Saludos cordiales
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