DE
CHICO me gustaba encarnar al capitán de un submarino. Mi nave consistía en una
vieja cama plegable que mamá me dejaba usar a condición de que no hiciera
demasiado ruido a la hora de la telenovela. Una vez a bordo, desparramaba sobre
el colchón partes de electrodomésticos inservibles: la pequeña bobina de un
secador de pelo devenía en el motor diesel
del submarino; el dial de una radio, en sonar; el cooler de una computadora, en el mecanismo propulsor… Como
armamento, unas pilas hacían las veces de torpedos. Al divisar a los barcos
enemigos —algunas cajas de fósforos—, las pilas se deslizaban rápidamente a
través del océano de baldosas. Pero mi puntería no siempre era buena, y a cada
fallo seguía una obligada inmersión y el estruendo de un sinnúmero de cargas de
profundidad. Entonces mamá decía «Más bajito», y yo apagaba los motores y hacía
silencio; hasta que sobrevenía el crujir del acero mientras el submarino se
abismaba más y más. Recuerdo que en una ocasión me preguntó qué representaba
ese sonido. Con aire trágico le respondí que era un canto fúnebre, ya que nos
hundíamos sin remedio. Se acercó sonriente y, al tiempo que me tomaba en sus
brazos, dijo «Yo te salvo». Enfadado, alegué que eso le restaba seriedad al
juego y volví al submarino. Nunca supuse que años después, hostigado por el
crujir auténtico del acero, iba a rogar por aquellos brazos salvadores de mamá.
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7 comentarios:
Me ha conmovido, Gabriel. Por madre y por hija.¡Gracias!
¡Cuánta emotividad, Gabriel! Al tiempo que leía tu relato iba recordando las aventuras vividas en la mina de mi cama, en compañía de mi hermano, allá por el año... Acabábamos rendidos, agotados, de tanto esfuerzo subterráneo bajo las sábanas; pero tu final, esos brazos amorosos de la madre me han dado la puntilla sentimental. ¡Felicidades!
Un abrazo.
Paz y Francisco, gracias a ustedes por vuestros amables comentarios.
Saludos cordiales
¡Cuánto tiempo sin venir Gabriel! y qué bien que siempre esperes nuestra llegada. Me ha gustado muchísimo, destila ternura, buen hacer y evocación por aquellos juegos infantiles a los que tanto jugábamos.
Una madre, es una madre, qué duda cabe.
Besos amigo.
Gracias, Laura. Si te gusta este, de seguro te gustara otro que subiré próximamente; también de submarinos y juegos infantiles, pero, además, de aviones y lecturas…, en suma, igual pero distinto. ¡Esto se llama crear expectativas! ;)
Saludos cordiales
Un final duro, con un trasfondo conmovedor. Me parece un relato grande, de los que distinguen a un escritor de verdad.
¡Gracias, Miguelángel! ¿Qué más puedo decir?
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