Hay
entre muchos relatos mínimos una fuerte tendencia a vivir de las energías y de
la memoria del lector. Esos microrrelatos cobran la figura de una ficción, y el
lector pone casi toda la sustancia. En el proceso de lectura, el minicuento segrega
su peculiar fluido hipnótico, de manera que tal vez el lector está leyendo algo
ya conocido que, bajo la forma de tal minificción, tiene sabor de primera
lectura.
José María Merino
De
La glorieta de los fugitivos (Segunda
parte: La glorieta miniatura)
.
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