CUANDO
comenzó el asedio de nuestra ciudad, nos reímos al ver cómo las catapultas del
enemigo tensaban sus músculos repetida e inútilmente. Pensábamos que pronto se
cansarían. Desde entonces han pasado un par de años y ante cada nuevo ataque ya
nadie esboza siquiera una sonrisa.
Algunos
valientes caballeros le piden al rey desentumecer espadas y almas a campo
abierto, solo para sumarle a este encierro la lobreguez de las mazmorras.
Otros,
menos estúpidos, preferimos observar con relativa esperanza cómo el enemigo
progresa en la construcción de una descomunal catapulta.
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5 comentarios:
No hay muro inescalable, secreto que no trascienda, ni río imposible de vadear; todo acontece en el momento oportuno.
Tus relatos, siempre condensados, siempre mágicos.
Un abrazo
Como siempre que paso por aquí ...me llevo una sensación de las palabras justas y mucha historia de por medio.
Las esperanzas de los ciudadanos quedan en manos de la construcción de una enorme catapulta que dinamite su encierro obligado y les traiga un poco de aire fresco o acaso, ...la muerte. Y es que no hay muro inexpugnable, a no ser las barreras mentales que nosotros mismos creamos.
Besos Gabriel.
Hola que tal, mi nombre es Vania y soy webmaster de algunos blogs... me gusta mucho tu blog y quería pedirte permiso para enlazarte a mis blogs, Así mis usuarios podrán conocer acerca de lo que escribes.
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Vania
ariadna143@gmail.com
Un texto que complementa perfectamente la imagen, o viceversa.
Lo cierto es que me dejaste con ganas de seguir leyendo, pues en tan pocas palabras nos metes de lleno en esa ciudad sitiada.
Saludos.
Francisco y Laura, gracias por sus gentiles palabras.
Hola, Vania. Si quieres agregar un enlace a mi bitácora no necesitas pedir permiso, ni hay más secretos para el título que el nombre del mismo. Saludos.
Dicen que una de las características de los buenos textos es que dejan con hambre de más… Así que, Asun, gracias por hacerme saber de esas ganas de seguir leyendo ;)
Saludos cordiales
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