jueves, 24 de enero de 2013

Aprender a aprender



[RECETAS EXPRESS PARA MEJORAR NUESTROS RELATOS, XCIII]
Por una parte está genial que quien está aprendiendo a escribir se deje llevar en cada momento por lo que le sale de las tripas, porque también es la única forma de que salga a la luz todo su potencial, su mirada particular, elementos originales y únicos del inconsciente, de que vaya profundizando en temas que en verdad le importen, etc. Siempre insisto a mis alumnos en que no anden pensando en la técnica mientras escriben. Es buenísimo que se dejen llevar por la intuición.
Por otra parte, la intuición va pasando de estar muy embrutecida (por ejemplo, a mucha gente la intuición le dicta al principio que ha de escribir con frases hechas, en abstracto, con un lenguaje formal o con uno prestado de los autores del s. XIX) a ser cada vez más fina.
La finura en la intuición no proviene sino de ir asimilando la técnica, haciéndola propia. Y eso proviene, a su vez, del progresivo reconocimiento de los errores o las debilidades. Por eso hay que revisar (en los relatos sucesivos y también en el mismo texto) el producto resultante, aprender a cribar y separar las pepitas de oro del lodo.
Como profesora, soy la mosca cojonera (con perdón) que pongo en cuestión (con un punto de vista externo a los estudiantes) muchas de sus opciones (conscientes o inconscientes). Y es recomendable que luego cuestionen, a su vez, cada uno de mis comentarios.
En el aprendizaje la fe ciega no sirve de nada. Está bien cierta confianza previa en el profesor, porque si uno desconfía de cada una de sus palabras, será incapaz de extraer ningún aprendizaje de ellas. Pero no ha de ser una confianza ciega. Se trata de percibir el autoengaño a través del espejo en el que se convierte el profesor. Por eso si no se pone en cuestión lo que él dice, tampoco se aprenderá mucho.
Al final, en la escritura, uno está solo consigo mismo, y uno mismo habrá de tomar la decisión final (y eso incluye hacer o no hacer caso de cada uno de los puntos que marca el profesor).
A veces yo —en mi subjetividad lectora—  me invento la mitad de la historia que leo (quizá porque la que quería contar el autor no está lo suficientemente clara), y no creo que fuese bueno que el estudiante se volcase en escribir la historia que yo quiero leer o la que yo habría escrito en torno a su idea inicial.
Simplemente, a través de mis sugerencias, habrá de ir al fondo de la cuestión, a los puntos en los que quizá yo me he desviado de la interpretación que él buscaba por una excesiva indefinición del texto, y afianzarlos.
Aprender a aprender es quizá la clave del aprendizaje.
Y valga la redundancia.
Isabel Cañelles
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4 comentarios:

Laura dijo...

¡Qué buenas confesiones estas de Isabel!.

Yo soy de las que escribe a boca jarro. Por eso no me cuesta escribir una historia en diez hojas, porque me dejo suelta como una pluma y luego ya vendrá la tarea más ardua de la separación del grano, de la criba de frases o de esas cosas que también me gustan como cuestionar aquello que escribí en un momento de pasión.

En el apartado de los micros, la cosa cambia, y me encuentro menos suelta y más encorsetada. De ahí su dificultad manifiesta.

Me encanta eso de "no tener fe ciega en quien te ayuda en el aprendizaje". Así lo creo yo, porque siempre hay que cuestionarse el por qué de algunos consejos que entran en liza entre el lector-profesor y el aprendiz-de escritor.

Buenísima fuente Gabriel, ya sabes cómo me gusta pasar por aquí (cuando tengo tiempo, siempre lo hago).

Un abrazo y un beso.

Francisco Espada dijo...

me alegro por mí del gran número de coincidencias. Ya sé, no soy escritor, pero me he acostumbrado a decir lo que quiero y hasta a leer aquello que me apetece. Cuando la lectura se deriva hacia trochas por las que no me apetece caminar la abandono y corrijo el texto en mi ideario para darle el final, concluso o no que verdaderamente me apetece. Lo mejor de todo es que ni siquiera lo tengo que someter a juicios extraños, sino a mi propio capricho.
Tenía que decirlo, he aprovechado la ocasión y me he quedado tan pancho.
Saludos.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Concuerdo contigo, Laura, en eso que menciona Isabel sobre no tener fe ciega en los profesores. Hay que saber escuchar pero también tener en cuenta que aquel que enseña tiene sus limitaciones y que no necesariamente siempre ha de llevar la razón.

En cuanto a la autora tiene en su bitácora una sección, “Recetas express”, de las cuales la presente es una de las últimas entregas; como ya habrás visto. Son buenos consejos, nacidos de su experiencia docente.

Y es cierto, al momento de escribir hay que olvidarse de toda técnica; dejar que fluyan las palabras que, como bien apunta Isabel, con el tiempo se va afinando la escritura. Sin olvidar nunca que escribir siempre es reescribir ;)

Saludos funambulescos

Gabriel Bevilaqua dijo...

¡Nos hemos cruzado los comentarios, Francisco! Lo que mencionas es uno de los derechos de todo lector: poder darle a los textos nuevos derroteros que el autor ni siquiera había previsto. Valga la ocasión ;)

Saludos cordiales

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