LA
SIRENITA, de largos cabellos que le llegan casi hasta la punta de la cola,
juega con las cuentas de sus collares mientras observa al niño. Parado junto al
castillo de arena a medio terminar, este le devuelve la mirada con la boca
llena de silencio y el corazón sin riendas. De improviso, la sirenita le señala
la caracola —en la que minutos antes el pequeño descargara todo el viento de
sus pulmones— y le tiende las manos con las palmas hacia el cielo. Él comprende
y le cede la caracola. Ella ríe y vuelve al mar. Cuando finalmente la pierde de
vista, el chico se tumba sobre la arena y solloza. Entonces una niña, de largos
cabellos que le llegan casi hasta los pies, le pregunta si puede ayudarlo a
terminar el castillo.
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7 comentarios:
Bellísimo texto, Gabriel. Pura ternura :-)
Un abrazo.
Gabriel, el sentimiento a flor de piel, de la mía. ¡Qué tierno! Qué bien dibujados los personajes... Los haces cercanos, reales. No es fácil transmitir verosimilitud. Y tú lo haces con una sirena.
Me ha encantado.
Un beso.
Los sueños son muchas veces premoniciones, vales a cuenta de lo que va a acontecer.
Saludos
Gracias, MJ. Me alegra que te haya gustado :)
Petra, lo que dices de la verosimilitud es cierto: por más fantástico que resulte lo que estemos contando, siempre ha de ser verosímil para que funcione. Gracias por considerar que este micro sireneico lo ha conseguido ;)
Francisco, gracias por pasar.
Saludos funambulescos
Gabriel:
Un texto con magia, no puedo decir mucho más: magia.
Un abrazo.
HD
Me gustó, sin embargo me chocó al oído un poquito el que descubre, el que le llegan...
Gracias, Humberto.
Belkys, tienes razón: tres “le” seguidos resultan chocantes. ¡Excelente oído!, gracias por hacérmelo notar :) (Al menos uno de los “le” puede eliminarse con facilidad y de paso se desbroza la frase).
Saludos cordiales
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