Mucho
después, tras escribir más de cuatrocientos relatos, descubrí que la brevedad
es el molde más apropiado para mi estilo de cincel y escoplo, de taracea
ensamblada tesela a tesela; que es cierto que a las ficciones mínimas les
conviene ser feroces como pirañas, pero quizá también frágiles como una gota de
rocío en la que, de manera sugestivamente distorsionada, se refleja el mundo
que la rodea. Supe de otras propiedades suyas: sacian como dátiles, su corto
vuelo deja largas estelas, su parco ladrido siempre engaña, son misteriosas
como lágrimas de dragón y, todavía para algunos, inconsistentes como las
huellas de los pájaros en el aire. Averigüé que para romper amplias ventanas,
Lichtenberg solía usar monedas de dos centavos. Y tuve la certeza de que un
buen cuento breve o brevísimo puede ser confundido fácilmente con un pequeño
lingote de oro de capela, el más puro según los alquimistas.
Ángel Olgoso
Imagen: Margarita Soyfertis,
Pomegranate
.
6 comentarios:
Qué belleza de homenaje al microrrelato, Gabriel. Y la imágen elegida, un mosaico de teselas, es también bellísima.
Me ha gustado un montón, aunque no lleve tantísimos "relatos" escritos (algunos sí, claro) ...
Un abrazo.
Puñetazos de seda.
La metáfora es perfecta: el microrrelato como tesela. ¡Bravo!
Laura, Esgarracolchas y Francisco, me alegro que les haya gustado el post. Siempre resulta interesante saber cómo ven al microrrelato algunos de sus más destacados cultores.
Laura, al ritmo que escribes de seguro pronto llegaras a esa cifra :)
Saludos cordiales
No sé si ya lo habrás recibido, porque circula a toda velocidad por nuestro entorno, pero te he dejado un regalo envenenado en mi blog.
¡Muchas gracias, Elisa! Tan veloz circula que antes de responderte pase la posta.
Abrazos
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