lunes, 6 de junio de 2016

El otro bajo la lluvia



LLUEVE. Y un hombre, calvo y de barba, está de pie bajo la lluvia, inmóvil. Nadie más se atreve a esta inclemencia, a estos relámpagos que ciegan y a estos truenos que rompen los nervios. De repente, el hombre bajo la lluvia comienza a inclinarse hacia un lado y hacia otro, según la dirección que tome ésta. Lo observo más detenidamente y descubro que tiene los ojos cerrados. El viento arrecia, crujen las ramas de los árboles, y pareciera que aquel hombre fuera a sumarse al conjunto de hojas que se arremolinan, como peces, dentro del océano que cae. Pero él permanece anclado al suelo. Indemne ante las fuerzas de la naturaleza que se agitan a su alrededor. Me pregunto si estará loco, o si será un valiente. Yo, tan cómodo y tibio en mi quinto piso, y él ahí, calado hasta el alma; con la sola compañía de mi mirada, que no sé por qué no lo puede abandonar… Y lentamente, como sucede con las emociones violentas, la lluvia comienza a amainar. Los relámpagos apagan su fuego y los nervios reposan de los truenos. Y el hombre continúa de pie, incólume. Caen unas últimas gotas y el aire se aquieta como un puño de seda. Y el hombre abre los ojos y desaparece. Inútilmente lo busco por los senderos que se bifurcan. Entonces me paso ambas manos desde la calva hasta la barba; y me descubro mojado, o mejor dicho, empapado hasta el alma. Bajo la persiana y voy por una toalla.
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viernes, 20 de mayo de 2016

Ésa es la cuestión



MI MUJER habla, habla y habla. De su mamá, de la nueva novela mexicana, del novio casi adolescente de la vecina. Cosas que ni me van ni me vienen. A veces me gustaría que la tecla «Mute» del control remoto del televisor sirviese también para ella. De hecho, la he probado en varias ocasiones; pero los milagros no existen. Al menos eso es lo que creía hasta esta noche. Como el viejo control se había roto, compré uno nuevo. El vendedor me aseguró que era universal. ¡Y tenía razón!
A escasos segundos de que comenzara el «superclásico», mi mujer no se dignaba a darme una tregua; entonces le apunté disimuladamente con el flamante control remoto…
¡Qué delicia mirar el partido sin oír su cantinela! Sin embargo, ella, como yo no le respondía ni siquiera con mis habituales monosílabos, se paró delante de la pantalla. Comprendí que me estaba gritando al observar su cara colorada y su enorme boca abierta. Cuando le pedí amablemente que se corriese, se abalanzó sobre el control como una fiera.
Forcejeamos durante unos minutos, hasta que sin querer apreté el botón de apagado y ella se cayó redonda al piso. ¡Por una vez pude ver el partido como Dios manda! Ahora, de cuclillas a su lado, me siento todo un Hamlet: «Encender o no encender a mi mujer, ésa es la cuestión».
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lunes, 9 de mayo de 2016

El vaso de leche



SE HABÍA hecho con el vaso de leche que alguien dejó a medio tomar en la mesa de una cafetería. A poco, acuclillado en la soledad del callejón, vio emerger de la leche un submarino.
Tras refregarse los ojos, el submarino no sólo persistía, sino que, seguidamente, descubrió al capitán y a otros marineros en la vela del mismo. Aquél, provisto de un megáfono, le solicitó detalles sobre el mar donde se encontraban.
Al informarse de lo del vaso de leche, el capitán dijo que por lo menos no habían ido a parar, como la última vez, al suplicio tropical de una sopa. Luego le dio las gracias y ordenó una pronta inmersión.
Él, con el vaso entre ambas manitos, se quedó largamente como una estatua. Recién al volvérsele el estómago chicharra, se atrevió, no sin pena de que los hombrecitos todavía anduvieran por ahí, a beber la leche.
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El presente texto llegó a las deliberaciones finales del mes de marzo, ¡pero del año 2012!, del «Microconcurso La Microbiblioteca».

martes, 26 de abril de 2016

Mejor hubiera sido sacar la basura



MI HERMANO Y YO habíamos salido a cazar con un rifle de balines. Acordamos que aquél que matase menos lagartijas tendría que sacar la basura durante un mes. Él falló todos los disparos. Yo, en cambio, acerté diez de diez. No obstante, cada vez que íbamos a recoger mis lagartijas, no hallábamos de ellas ni siquiera una gotita de sangre. Según mi hermano, la distancia y las condiciones atmosféricas, como el calor y la humedad, suelen producir ilusiones ópticas. Creo que esa explicación no se la creía ni él, pero le sirvió para justificar un empate y así no tener que sacar la basura.
Esa misma noche me desperté con un intenso dolor en los pies. Al correr las sábanas, descubrí que diez lagartijas traslúcidas me estaban mordisqueando los dedos. Hice de todo para quitármelas: patalear como si estuviera bailando un malambo, golpearlas con una enciclopedia, poner los pies en agua caliente, hasta que recordé haber visto en algunas series de tevé que la sal ahuyenta a los fantasmas. Desde entonces duermo con un salero y una caja de curitas sobre la mesa de luz. Pero lo peor de todo es que no le puedo demostrar a mi hermano que yo sí gané aquella tarde, porque cada vez que le pido que se quede en mi cuarto para ver las lagartijas, las muy sinvergüenzas no se aparecen.
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lunes, 1 de febrero de 2016

Calendario Microcuentista 2016




Durante todo el pasado año, la Internacional Microcuentista tuvo la feliz idea de organizar un concurso de microrrelatos a partir de una imagen; para realizar, con los ganadores de cada mes y sus fotografías inspiradoras, un Calendario Microcuentista 2016. Dos pequeños relatos de mi autoría, Hojarasca y Al cabo de un mes, animan los meses de abril y diciembre, respectivamente.

viernes, 22 de enero de 2016

Vuelos



EL MAGO contempla el acto de la trapecista una vez más. Hace meses, desde que él se unió al circo y la vio volar como un pájaro de trapecio en trapecio, que la ama. Pero nunca se ha atrevido a confesárselo. Esta noche, sin embargo, lleva un hatillo de fósforos en su manga que, apenas ella termine su acto, transmutará en un ramo de ruborizadas rosas blancas. Y mientras piensa en lo tonto que ha sido por esa manera tan suya de dilatar las cosas, un relámpago de sombras le atraviesa el alma… La trapecista se ha demorado en ganar el aire una fracción de segundo, lo suficiente para caer hacia aquel abismo sin red que ha devuelto el público a las gradas. Entonces el mago apresura unas palabras ininteligibles. Y en el preciso instante en que las manos de la trapecista no alcanzan a las de su partenaire, la mujer vuela tan lejos inaugurando sus alas de paloma, que ni con el auxilio de mil galeras, él jamás podrá hallarla.
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El presente texto ha recibido una mención y posterior accésit por voto popular entre los micros mencionados en la sexta propuesta anual del V Certamen de relato corto para mesilla de noche que organiza el sitio Esta noche te cuento.
.Linda
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