jueves, 26 de octubre de 2017

Patitos



EL PATITO era de goma, estaba sucio y tenía los ojos despintados. Sin saber por qué lo recogió del montón de basura y se lo llevó a su casa. Y lo lavó y le pintó los ojos. Al otro día, al sonar el despertador, sintió como unas manos lo agarraban del cuello, lo conducían fuera de la casa y lo dejaban quién sabe dónde. Se sentía sucio y no podía ver. Entonces quiso pedir ayuda, pero lo único que consiguió articular fue un triste y solitario «¡Cuac!».
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8 comentarios:

Ángeles dijo...

Terrorífico!

Esto de la transmigración de las almas está llegando a cotas inimaginables :D

Me ha gustado mucho.

Miguel Ángel Pegarz dijo...

Tan breve como contundente. Una rápida maldición por una buena acción.
Lo he disfrutado.

Gabriel Bevilaqua dijo...

La culpa la tiene Kipling, Ángeles ;)

Miguel Ángel, la próxima vez, si tiene una, seguro que se lo piensa mejor.


Saludos cordiales

José A. García dijo...

Por razones como las que relatas es que nunca ayudo a nadie, ni a nada.

Saludos,

J.

Sara dijo...

La piedad peligrosa, que decía mi padre... Yo, a veces, también tengo esa impresión, pero procuraremos ser más optimistas ;)

Besos, Gabriel.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Julio, José y Sara: ¡gracias por vuestros comentarios!

Saludos funambulescos

Manuela Fernández dijo...

Vaya con el patito ¡¡¡

Gabriel Bevilaqua dijo...

La culpa no la tiene el patito... Saludos, Manuela.

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