COMO
todos los domingos, vas al supermercado. Sacás la lista y comenzás a llenar el
carrito: yerba, azúcar, café, almendras, espaguetis… De pronto mirás el carrito
y descubrís un patito de goma entre la mercadería. Te rascás la cabeza y lo
dejás junto a las latas de tomates. Proseguís: papel higiénico, jabón tocador,
champú…, y volvés a descubrir al patito dentro del carrito. Lo agarrás y lo
observás detenidamente, parece un muñeco de lo más común, pero se te eriza la piel
al notar cierto brillo en sus ojos. Sin dilaciones, lo abandonás junto a las
cremas de enjuague. Y comenzás a tararear una canción. Ya en la zona de productos
cárnicos, metés en el carrito una colita de cuadril y medio kilo de bola de
lomo, y te sorprendés suspirando al comprobar que no hay aves…; pero cuando te
vas a regalar una tira de asado para celebrarlo, otra vez el
patito se encarama entre la mercadería del carrito. Te pasás una mano por la
boca y dejás al patito encerrado entre las carnes congeladas. «¡Ojalá que nadie
me haya visto!», murmurás, y aunque aún te faltan bastantes productos que tachar
de la lista, enfilás hacia la caja registradora. Pensás que lo mejor es
aprovechar la ventaja táctica, y un instante después te reprochás por pensar de
manera tan ridícula. Dudás entre volver o continuar con la huida, cuando la
cajera te espeta:
—¡Lo
siento, pero no puede llevarse el patito!... No tiene código de barras.
Entonces
se te sube la sangre a la cabeza: como consumidor, no soportás que te nieguen
tus derechos.
—¿Qué?
—gritás—. ¿Usted me está tomando el pelo? ¿Cómo se atreve? —y le largás una
perorata interminable.
Enseguida
acude el gerente, quien, para congraciarse con el resto de la clientela, te
obsequia el patito. Sonreís. Pero al llegar al auto, el patito se baja del
carrito y retorna al supermercado.
—¡Disculpe!
—se voltea a decirte—, pero a mí también me cabe cambiar de opinión.
.
7 comentarios:
Me arrancaste una sonrisa.No sé si me gusta más elelemento extraño o cómo cambiamos de opinión cuando algo se nos niega.
Salud
Me sonaba vagamente, pero si es el origen del texto es el que vi en Ficticia, ha ganado mucho en la reescritura. Fue un buen tema el de los patitos de goma.
Jajaja, a mí también me hiciste reír. Cosa mala es ser voluble, pero si no se cambia de opinión de vez en cuando se corre el riesgo de ser monolítico.
Me ha gustado mucho.
Besos.
Gracias, Miguel Ángel. Precisamente esas dos cuestiones son las claves del micro. Y producir una sonrisa la humilde meta.
En efecto, Elisa, es el mismo texto, pero decidí darle un poco más vuelo aunque quedase fuera.
Gracias, Sara. No hay mejor señal para un micro de humor que hacer reír o provocar una sonrisa. ;)
Saludos funambulescos
Es muy conocido el carácter caprichoso de los consumidores, y no digamos el de los patitos de goma sin código de barras :D
Me encantan las historias con humor y el humor que se basa en el "extrañamiento de lo cotidiano".
Ya no se puede confiar ni en los patitos de goma...
Saludos,
J.
A mí también, Ángeles, me encanta las historias con humor basadas en el extrañamiento o el absurdo (y se nota, ¿no?).
Ni en las patitos de goma ni en los ositos de peluche, José. ¡Qué le vamos a hacer: es el saldo de la postmodernidad!
Saludos a ambos
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