SE
HABÍA hecho con el vaso de leche que alguien dejó a medio tomar en la mesa de
una cafetería. A poco, acuclillado en la soledad del callejón, vio emerger de
la leche un submarino.
Tras
refregarse los ojos, el submarino no sólo persistía, sino que, seguidamente,
descubrió al capitán y a otros marineros en la vela del mismo. Aquél, provisto
de un megáfono, le solicitó detalles sobre el mar donde se encontraban.
Al
informarse de lo del vaso de leche, el capitán dijo que por lo menos no habían
ido a parar, como la última vez, al suplicio tropical de una sopa. Luego le dio
las gracias y ordenó una pronta inmersión.
Él,
con el vaso entre ambas manitos, se quedó largamente como una estatua. Recién
al volvérsele el estómago chicharra, se atrevió, no sin pena de que los
hombrecitos todavía anduvieran por ahí, a beber la leche.
El presente texto llegó a las deliberaciones finales del mes de marzo, ¡pero del año 2012!, del «Microconcurso La Microbiblioteca».
2 comentarios:
Esconde una gran metáfora moral este pequeño texto. O quizá sea que me he levantado filosófico hoy.
Quizás esconde una pequeña metáfora moral, o quizás estabas filosófico... o quizás, ¿seguramente?, ambas cosas ;)
Saludos funambulescos
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