EL
MAGO contempla el acto de la trapecista una vez más. Hace meses, desde que él se
unió al circo y la vio volar como un pájaro de trapecio en trapecio, que la
ama. Pero nunca se ha atrevido a confesárselo. Esta noche, sin embargo, lleva un
hatillo de fósforos en su manga que, apenas ella termine su acto, transmutará en
un ramo de ruborizadas rosas blancas. Y mientras piensa en lo tonto que ha sido
por esa manera tan suya de dilatar las cosas, un relámpago de sombras le atraviesa
el alma… La trapecista se ha demorado en ganar el aire una fracción de segundo,
lo suficiente para caer hacia aquel abismo
sin red que ha devuelto el público a las gradas. Entonces el mago apresura
unas palabras ininteligibles. Y en el preciso instante en que las manos de la trapecista
no alcanzan a las de su partenaire, la mujer vuela tan lejos inaugurando sus
alas de paloma, que ni con el auxilio de mil galeras, él jamás podrá hallarla.
El presente texto ha recibido una mención —y posterior accésit por voto popular entre los micros mencionados— en la sexta propuesta anual del V Certamen de relato corto para mesilla de noche que organiza el sitio Esta noche te cuento.
.Linda
4 comentarios:
ES un relato precioso, Gabriel, solo un mago de las palbras como tú nos puede crear una ilusión así. Merecida mención, un abrazo!
¡Gracias, Puri! Toda la literatura es una ilusión -o una aspiración a la misma-, por tanto, si dicha ilusión funciona, ¿qué más se puede pedir?
Saludos funambulescos
Sólo puedo aplaudir ante este espectáculo narrativo.
Gracias, Miguel Ángel.
Saludos cordiales
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