Escribo
a mano, y hago muchas, muchas correcciones. Diría que tacho más de lo que
escribo. Tengo que buscar cada palabra cuando hablo, y experimento la misma
dificultad cuando escribo. Después hago una cantidad de adiciones,
interpolaciones, con una caligrafía diminuta. Llega un momento en el que ni
siquiera yo mismo puedo descifrar mi letra, así que uso una lupa para ver lo
que he escrito. Tengo dos caligrafías diferentes. Una es de buen tamaño, con
letras bastante grandes: las o y las a tienen un gran agujero en el medio. Esa
es la caligrafía que uso cuando estoy copiando o cuando estoy bastante seguro
de lo que estoy escribiendo. Mi otra caligrafía corresponde a un estado mental
menos seguro y es muy pequeña: las o son como puntos. Es muy difícil
descifrarla, incluso para mí mismo.
Mis
páginas están siempre cubiertas de tachaduras y revisiones. En una época hacía
una cantidad de versiones manuscritas. Ahora, después de la primera versión,
manuscrita y llena de tachaduras y agregados, empiezo a mecanografiar,
descifrándola sobre la marcha. Cuando finalmente releo la versión
mecanografiada, descubro un texto absolutamente distinto, al que con frecuencia
vuelvo a revisar. Después hago más correcciones. En cada página intento primero
hacer las correcciones a máquina, después corrijo un poco más a mano. Con frecuencia
la página se vuelve tan ilegible que tengo que volver a mecanografiarla.
Envidio a esos escritores que pueden seguir adelante sin corregir.
[…]
En
teoría, me gustaría trabajar todos los días. Pero a la mañana invento todo tipo
de excusas para no trabajar: tengo que salir, hacer alguna compra, comprar los
periódicos. Por lo general, me las arreglo para desperdiciar la mañana, así que
termino escribiendo de tarde. Soy un escritor diurno, pero como desperdicio la
mañana, me he convertido en un escritor vespertino. Podría escribir de noche,
pero cuando lo hago no duermo. Así que trato de evitarlo.
[…]
Siempre
tengo una cantidad de proyectos. Tengo una lista de alrededor de veinte libros
que me gustaría escribir, pero después llega el momento de decidir que voy a
escribir ese libro. Sólo soy un
novelista ocasional. Muchos de mis libros se forman a partir de la reunión de
textos breves, relatos; o si no son libros que tienen una estructura general
pero que están compuestos por diversos textos. Para mí es muy importante
construir un libro alrededor de una idea. Demoro mucho tiempo en la
construcción de un libro, haciendo bosquejos que finalmente resultan no tener
ninguna utilidad para mí. Los tiro. Lo que determina el libro es la escritura,
el material que está verdaderamente sobre la página.
Soy
muy lento para arrancar. Si tengo una idea para una novela, encuentro todos los
pretextos concebibles para no trabajar en ella. Si estoy abocado a un libro de
relatos o de textos breves, me lleva un tiempo empezar cada uno de ellos. Hasta
en el caso de los artículos soy lento para empezar. Hasta con los artículos
para los periódicos siempre tengo el mismo problema para encaminarlos. Una vez
que empecé, puedo ser muy rápido. En otras palabras, escribo rápido, pero tengo
largos periodos vacíos. Es un poco como la historia del gran artista chino: el
emperador le pidió que dibujara un cangrejo, y el artista respondió: «Necesito
diez años, una gran casa y veinte criados». Pasaron los diez años, y el
emperador le pidió el dibujo del cangrejo. «Necesito otros dos años», respondió
el artista. Después pidió una semana más. Y finalmente tomó su lápiz y dibujó
el cangrejo en un momento, con un solo gesto rápido.
[…]
En
el pasado, digamos durante los últimos diez años, la arquitectura de mis libros
ha ocupado un lugar muy importante, tal vez demasiado importante. Pero sólo
cuando siento que he logrado una estructura rigurosa creo tener algo que se
sostiene, una obra completa. Por ejemplo, cuando empecé a escribir Las ciudades invisibles sólo tenía una
idea vaga de cuál sería la estructura, la arquitectura del libro. Pero después,
poco a poco, el diseño cobró tanta importancia que se transformó en el sostén
de todo el libro: se convirtió en el argumento de un libro que carecía de
argumento. En el caso de El castillo de
los destinos cruzados podemos decir lo mismo… que la arquitectura es el
libro mismo.
Para
entonces yo había llegado a un nivel de obsesión por la estructura que por poco
me volví loco. Con respecto a Si una
noche de invierno un viajero, podría decirse que no hubiera podido existir
sin una estructura muy precisa, muy articulada. Creo que he logrado
construirla, y eso me produce una gran satisfacción. Por supuesto, todos estos
esfuerzos no tienen nada que ver con el lector. Lo importante es que se
disfrute de la lectura del libro, independientemente de todo el trabajo que yo
haya puesto en él.
[…]
Mi
manera de escribir prosa está bastante próxima a la manera en que un poeta
compone un poema. No soy un novelista que escribe novelas largas.
Concentro
una idea o una experiencia en un breve texto sintético que se relaciona
estrechamente con otros textos para formar una serie. Presto particular
atención a las expresiones y a las palabras, tanto con respecto al ritmo como a
los sonidos y las imágenes que evocan. Creo, por ejemplo, que Las ciudades invisibles es un libro que
ocupa un lugar situado entre la poesía y la novela. Si lo escribiera
completamente en verso, sería un tipo de poesía prosaica, narrativa… o tal vez
sería poesía lírica, porque la poesía lírica es la que más amo y la que leo en
los grandes poetas.
[…]
Cuando
escribo un libro que es pura invención, siento un anhelo de escribir de un modo
que trate directamente la vida cotidiana, mis actividades e ideas. En ese
momento, el libro que me gustaría escribir no es el que estoy escribiendo. Por
otra parte, cuando estoy escribiendo algo muy autobiográfico, ligado a las
particularidades de la vida cotidiana, mi deseo va en dirección opuesta. El
libro se convierte en uno de invención, sin relación aparente conmigo mismo y,
tal vez por esa misma razón, más sincero.
Italo Calvino
.
4 comentarios:
Me aporta algunas cosas muy interesantes. Gracias por compartirlo.
Me alegra que te sea de utilidad, Miguelángel. Siempre es bueno ver esto de cómo cocinan sus letras los escritores.
Saludos cordiales
que es esto un cuento una fabula que tipo de narracion es
Hola, Pamela. En verdad no se trata de un cuento ni de una fábula, ni de ningún tipo de obra de ficción. Se trata de retazos sobre el oficio de escribir que he extraído impunemente de una entrevista; en la cual, claro está, Calvino también se refería a otros temas.
Saludos cordiales
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