Los cocodrilos del escritor
[RECETAS EXPRESS PARA MEJORAR NUESTROS RELATOS, V]
Por Isabel Cañelles
Como aprendices de escritor es importante que aprendamos a detectar —y a aceptar— el punto del camino en el que nos encontramos. Si un niño que está dando sus primeros pasos pretende correr los cien metros lisos, se estampará contra el suelo. Por suerte o por desgracia, los niños son más listos que los adultos.
Cuando practicamos la escritura, avanzamos por un estrecho e inestable tablón sobre el agua. A nuestra derecha asoma el cocodrilo de la autocomplacencia. Si nos dejamos arrastrar hacia allí, daremos por bueno lo primero que nos salga, tomaremos la senda de lo cómodo, nuestros textos estarán plagados de tópicos y nos ofenderemos terriblemente si a alguien se le ocurre poner en duda su excelencia. A nuestra izquierda está el cocodrilo de la invalidación. Si caemos en sus fauces, nos bloquearemos a cada instante, todo lo que escribamos se nos hará incoherente y plagado de errores y careceremos del valor necesario para meter la pata. En realidad, es un mismo cocodrilo con dos cabezas, pues uno puede ir de un extremo al otro sin poder salir de ese agotador y mortífero vaivén.
Avanzar por el tablón consiste, sin embargo, en aceptar nuestras limitaciones (y también nuestras cualidades) en cada momento y ponerlas a nuestro favor para, dentro de esos límites, confeccionar el mejor texto posible.
Fuente: En algún momento tenía que decírtelo
Foto © Helga Broel, Jumping Crocodile
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14 comentarios:
Interesante texto.
Conclusión: Patada en los dientes al cocodrilo.
Un abrazo.
Y el título es genial, en cuanto lo he leído he tenido que pinchar en el enlace. Muy bien elegido y muy útil.
Buen apunte, Gabriel. Buena metáfora para la presión que nos imponemos. Creo que los cocodrilos en su justa medida son útiles.
Gracias por compartirlo.
Un abrazo.
Y es un animal tan literario el cocodrilo...que cosas, me imagino que caminar por el tablón inspirará mucho.
Me gusta mucho el texto, tiene algo de las antiguas fábulas, estaban tan cargadas de sentido común que uno no reparaba en lo bonitas que eran.
Un beso, Gabriel
Muy acertado consejo aunque mi equilibrio peligra en cada escrito y no sé si sobreviviré a los cocodrilos.
Gracias y un abrazo.
Gabriel, cada escrito, como dice Gloria, es una nueva aventura por el tablón. E irremediablemente se está de uno u otro lado, aunque quiero entender que el tablón es el equilibrio, no es nada fácil. ¿Cuántas veces se reparten las cabezas al escritor? Digno del infierno de Dante.
Excelente cita.
Un abrazo.
Torcuato, creo que el texto apunta a que el tablón es el sendero del escritor sobre el cual hay que mantenerse en equilibrio (menos mal que mi elefante es funambulista ;) mientras aprendemos, si nos ladeamos hacia uno u otro lado caeremos en los vicios de creernos magníficos o un desastre. Y como dice la frase ni muy muy, ni tan tan.
Lo mismo pienso Elisa, apenas lo leí dije “da en la tecla”.
Mónica, los cocodrilos nos ayudan a mantenernos sobre el tablón si se toma consciencia de ellos.
Almalaire, tienes razón, más allá de lo reflexivo del texto, posee un aire de fábula. Pero vamos, Almalaire, que con lo bien que escribes tú debes caminar lo más derechita y coqueta por el tablón; en cambio, yo, pértiga en mano, debo hacer unos equilibrios que mejor ni te cuento (sobre todo para no caer en las fauces del de la izquierda).
Jeje, Gloria, a todos nos pasa un poco; pero a seguir adelante.
Así es, José.
Gracias a todos por sus cometarios, el mérito es todo de Isabel Cañelles a quien agradezco permitirme traer al Elefante su reflexión. Les recomiendo que se den una vuelta por su bitácora: tiene pensamientos sobre el oficio muy buenas y una serie de textos sobre dos pequeños, Elmo y Ari, y su madre sumamente significativos (pinchar el enlace). Además en formato de microrrelatos.
Saludos cordiales.
Juer Gabriel, no era bastante con soñar con dinosaurios que ahora vienes y nos pones en toda la cara, cocodrilos... ¡qué miedo!
Un saludo indio
Oia... hubiera jurado que había dejado comentario donde decía que me parece muy buena la entrada y que la iba a compartir. Por cierto, estuve en su blog y tenés razón, me parecen muy acertadas sus recetas sobre el oficio. Gracias por acercarnos al aprendizaje.
Saludos!
Yo he solido ejemplificar la tarea cotidiana del escritor (de la persona) con un camino que corre por la ladera de un monte. Hacia lo alto queda el monte que no podemos trepar. Hacia lo bajo queda el barranco en el que podemos incurrir (con resultado fatal). La gracia consiste en lograr el equilibrio y, en la medida de lo posible, ir ensanchando el camino: irse atreviendo a más (poco a poco).
Abrazos fuertes, Gabriel, y gracias por este nuevo texto que yo creo que será muy útil a todos los escritores que cuando son buenos siempre se sienten como aprendices.
PABLO GONZ
Jeje, No Comments, es que el mundo literario es una selva ;)
Esa es la idea, Claudia, compartir textos sobre el oficio para aprender y reflexionar. Gracias por compartirlo en el Facebook.
Pablo, ésa también es una buena metáfora: la cosa pasa por mantener el equilibrio mientras, como bien dices, poco a poco, nos atrevemos a más; todo lo cual siempre resulta mucho más sencillo decirlo que hacerlo. Comparto también la idea del escritor como un eterno aprendiz.
Saludos cordiales.
Esto te hace poner los pies en el suelo de alguna manera. me encantó. Gracias!!
Sí, Fantasma, ése es el punto.
Saludos.
Muy bueno, Gabriel, ¡gracias por compartirlo! Es difícil caminar por el tablón, sí, pero también uno de los mejores riesgos, ¿verdad? Limitaciones y cualidades, exactamente, no olvidar, esconder ni minimizar ninguna.
Abrazo
Jeve.
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