viernes, 18 de diciembre de 2009

De crímenes imprudentes


CILES MARCEK podía lograr, en la más estricta de las inmovilidades, que su sombra pirueteara de mil y una maneras. Invariablemente, cada función acababa con el público de pie. Todos en el circo lo querían; excepto el mago, quien, una noche —ya harto de tanto aplauso ajeno— entró a hurtadillas al carromato de Ciles y le asestó un implacable mazazo en la cabeza.


Así, el prestidigitador recuperó la sonrisa, empero ésta no tardó en helársele al ver cómo la sombra de Ciles se erguía del cuerpo inerte y, con una cabriola prodigiosa, caía sobre la suya y la encajaba junto al cadáver. De ahí en más, él pasaría a ser ahora su nueva marioneta.


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5 comentarios:

Soledad Arrieta dijo...

Alucinante Gabriel!!!
Me encantó como usaste el recurso. Un texto impecable, impredecible, magnífico.
Te felicito, realmente sos un mago con las letras (estimo que ya debo habertelo dicho en alguna ocasión, no quisiera resultar reiterativa).
Cariños!

Gabriel Bevilaqua dijo...

Sol, aunque mis letras no se merecen semejante elogio, ¡muchas gracias! :)

Abrazos.

Virginia Vadillo dijo...

Parece que el mago se equivocó con a quien atacar. Hay que tener cuidado con las sombras que saben manejarnos...
Excelente relato! Me encanta la foto que has elegido :)

Anónimo dijo...

Muy bien, concision y las palabras bien elegidas..

Gabriel Bevilaqua dijo...

Virginia, de ese cuidado, el título: "De crímenes imprudentes". Como siempre eres muy amable, ¡muchas gracias! (A mí también me encanta la foto).

Bienvenido Jordim, y gracias por tu apreciación del texto.

Saludos funambulescos.

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