sábado, 1 de abril de 2017

Náufragos



A mi amado Duque
(25 de septiembre de 2011 – 1 de febrero de 2017)
CUANDO comenzaba a flaquear, vi el bote. Pensé que no había nadie a bordo, pero al tratar de subir un gruñido me contuvo. Un perro de respetables colmillos custodiaba el cuerpo de un hombre. Permanecí en el agua un rato más, hasta que el perro dejó de gruñir. Ya sobre lo seco, encontré varios bidones con agua; bebí con fruición, y el can apartó la cabeza del pecho de su amo. Vertí un poco en mi palma y se la ofrecí. Bebió con idéntica fruición; varias palmas. Luego me aproximé al hombre que, como supuse, estaba muerto. Acaricié la cabeza del perro y cubrí el cuerpo del difunto con una manta. Había en el bote algunas provisiones que tampoco dudé en compartir con mi nuevo amigo. Cuando éstas se acabaron, me las ingenié para pescar. A él le costó más que a mí acostumbrarse al sabor de la carne cruda. Podría decirse que pese a las circunstancias todo marchaba bien, a no ser por el hedor del cadáver. Una mañana, ya harta mi nariz, lo arrojé al mar. El perro me miró tristemente, bajó la cabeza y se lanzó tras su dueño. Cuando me rescataron, llevaba cinco días sin probar bocado.
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El presente texto ha recibido una mención en la primera propuesta anual del VI Certamen de relato corto para mesilla de noche, que organiza el sitio Esta noche te cuento.

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6 comentarios:

Sara dijo...

Un relato de humanidad. La del can no sorprende, porque ya sabemos el grado de generosidad que puede desarrollar un perro, pero la del hombre... Diríase que ha abdicado de su intelecto para convertirse solo en puro instinto... Animal.

Bellísimo texto que me ha conmovido hasta las lágrimas.

Siento mucho lo de Duque.

Besos.

José A. García dijo...

El hombre siempre será hombre.

Saludos,

J.

Ángeles dijo...

Naúfragos, rescatadores, rescatados... unas veces nos toca un papel y otras veces otro, pero siempre necesitamos un aliciente para ser.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Gracias, Sara. No te imaginás cuánto lo extraño a mi perrito.

Así es, José A.

Interesante reflexión, Ángeles.


Saludos funambulescos

Miguel Ángel Pegarz dijo...

Aún le doy vueltas al curioso final. Una merecida mención sin duda.
Salud.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Gracias, Miguel Ángel.

Saludos cordiales

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