AL APARTAR la vista del libro, lo veo. Atónito, limpio mis anteojos y vuelvo
a mirar. Un gorrión, en efecto, se ha quedado suspendido en el aire. La gente
discurre tan abismada en sí misma que nadie más que yo se da cuenta de esta
singularidad. A poco, y tras pasarle una mano por arriba para constatar que
ningún hilo invisible lo sostiene, noto que el gorrión alterna su mirada entre
mi persona y el piso. Me acuclillo para buscar no sé qué, y, justo antes de
pararme, descubro fortuitamente algo en su pecho. Entonces, con delicadeza, le
doy cuerda.
.
7 comentarios:
Qué delicadeza. Precioso.
Saludos.
Sí, a la magia hay que darle cuerda cada cierto tiempo. Si no, se vuelve realidad.
Me ha encantado.
Gracias, Miguelángel. Allí, en lo de Page, compartimos podio, un gusto.
No, no, Ángeles, no volvamos a la realidad, que por lo general intoxica.
No sé si tanto como imbatible, Julio, pero gracias.
Saludos para todos
Atónita me he quedado yo. Llego un poco tarde (se me estropeó la cuerda), pero, como siempre, ha merecido la pena leerte. Precioso.
Nunca es tarde, Sara. Gracias por la lectura.
Saludos cordiales
Precioso y mágico.
Un placer de lectura, como siempre.
Gracias, Miguel Ángel.
Saludos cordiales
Publicar un comentario