DICEN
que hay algo malo conmigo. Lo dicen un par de señores de alas enormes y gesto
grave. Yo les repito que te extraño como al aire y al agua, y ellos callan y se
apartan y conferencian. Y llaman a otro señor y a otro. Finalmente, el más
anciano de todos posa ambas manos sobre mi cabeza y sonríe. «¡Olvida,
como Dios manda, a quien hayas querido!», dice, y yo, cuando él retira sus
manos, sigo preguntando por vos. Una y otra vez. Siempre.
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4 comentarios:
Preciosamente poético.
Gracias, Miguel Ángel.
Saludos funambulescos
Ni los ángeles ni el mismísimo Dios tienen poder para controlar los pensamientos del corazón.
Felicidades por la poesía.
Gracias, Ángeles.
Saludos cordiales
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