UNA
NOCHE, hace muchos años, un pájaro golpeó a mi ventana. Era rojo como el fuego
y con chispas azules en la cabeza. Al abrir la ventana, voló hasta mi
escritorio y comenzó a dar saltitos sobre uno de aquellos tediosos trabajos
prácticos de historia. Cerré la ventana y volví a sentarme al escritorio. El
pájaro me miró, ladeó la cabeza para un lado y para el otro, y se quedó como de
piedra. Iba a tocarlo cuando un rechinar de goznes acompañó la apertura de una
escotilla en su pecho. Poco después, una mujer diminuta, escalerilla mediante,
descendió del pájaro. Visiblemente exhausta, trataba de decirme algo, pero yo no
podía oírla. Entonces le leí los labios… Corrí hasta la cocina ―previa escala
en el costurero de mamá― y regresé con un dedal lleno de agua. La mujer
diminuta bebió profusamente y luego se remojó la cabeza y los brazos. Como también
debería de estar hambrienta, antes de que me lo pidiera, le procuré unas rodajitas
de pan y unos trocitos de queso. Mientras ella comía, me preguntaba a mí mismo si
habría más pájaros habitados secretamente por personas diminutas. ¡Ésa y otras
tantas preguntas hubiera querido que me contestara! Pero, entre bocado y
bocado, se quedó dormida. La arropé con un pañuelo y permanecí despierto toda
la noche a su lado. Con las primeras luces del amanecer, la mujer diminuta me
besó ambas mejillas y me dijo al oído que algún día volveríamos a vernos. Apenas
tuve fuerzas para abrirle la ventana.
La
preocupación de mis padres al conocer la historia, la subsiguiente ayuda de
distinguidos psicólogos y el paso inexorable a la adultez terminaron por
convencerme de que aquello no había sido más que una afiebrada fantasía
preadolescente; al menos hasta esta noche, en la que una pareja de pájaros
rojos golpea a mi ventana. De uno desciende, escalerilla mediante, la mujer
diminuta; del otro no desciende nadie… sólo se queda quieto y aguarda
deshabitado.
Relato finalista del XII Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2014
(Revista Digital miNatura 138, dossier del concurso)
.
5 comentarios:
que bueno Gabriel. Y qué difícil es conseguir la verosimilitud y tú que bien lo has hecho. Un placer seguir visitando esta casa.
Gracias, Arantza. Siéntete bienvenida siempre que quieras.
Saludos cordiales
Precioso, maravilloso, sublime... Me ha encantado. De Maestro. ¡Qué ternura!
Lo comparto para que más lo disfruten.
PD: La ilustración también me encanta.
Enhorabuena Gabriel por este pedazo de microrrelato-cuento, muy original, más sensible todavía, qué tierno, qué bien contado.
Plas plas plas
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
Gracias, Miguel Ángel. La ilustración es de Rafa Catelló Escrig y acompaña al relato en la Revista miNatura.
Gracias, David.
Me alegra que a ambos les haya gustado especialmente.
Saludos funambulescos
Publicar un comentario