ESTA
MAÑANA el espejo del baño me informó que, pegadita a la mía, sobre la mejilla
derecha, se me había instalado una segunda nariz. Como si aquel espejo
estuviese descompuesto, apelé al resto de los que había en casa para que lo
refutasen. Ninguno lo hizo. Furioso me sujeté la nueva nariz y tiré con todas
mis fuerzas. No pude contener el grito. «¿Cómo se había incrustado tan
firmemente en mi rostro?; ¿de dónde había venido?; ¿por qué tuvo que meterse
conmigo?», me acosaban éstas y otras inquisiciones cuando vi que, empujada por
la otra, mi nariz se desplazaba hacia la izquierda. A poco revalidé que, en
efecto, la nariz foránea estaba desalojando impunemente de su lugar a la mía.
Media hora le bastó para conseguirlo; al cabo de la cual la que fuese mi nariz
se desprendió como una hoja. Alcancé a manotearla en el aire y, pese a lo
vergonzante de su resistencia, la envolví amorosamente en un paño. En ese
instante llamaron a la puerta.
La
mirilla me reveló a una mujer que cubría su cara con un velo. Sin abrir, le
pregunté qué deseaba.
—Vengo
para hablar con mi nariz —dijo.
—No
sé a qué se refiere —respondí.
—¡Por
favor, no mienta; sé que está aquí! Mire —extrajo un papel de su cartera—, me
dejó una carta en la que dice que ha hallado un rostro donde sentirse realmente
a gusto y que, en caso de ponerme nostálgica, podía visitarla en esta
dirección.
Me
quedé mudo.
—¿No
me diga que no llegó? ¿Y si le pasó algo? La calle es tan insegura para una
nariz sola... ¡Ay, Dios mío, me muero!
—No,
no se muera frente a mi puerta —dije mientras abría.
Al
verme, vociferó:
—¡Ésa
es mi nariz!
—Era
—repliqué.
Cuando
dejó de insultarme, le exigió a su nariz que volviese con ella, pero la
susodicha se negó enfáticamente. Tuve miedo de que la mujer se decidiese por
métodos violentos. Entonces me acordé de la nariz en el paño y le sugerí que se
la probase.
—Siempre
me habían dicho que mi exnariz era algo masculina —dijo mientras se estudiaba
en el espejo.
—Siempre
me habían dicho que mi exnariz era algo femenina —dije casi al mismo tiempo.
Nos
reímos largamente y, aunque parezca mentira, en aquel momento recién comenzaba
para nosotros la parte más importante de esta historia.
Lectura
en La Voz Silenciosa:
En Google Books como parte de la antología Con un par de narices (edición de La Esfera Cultural).
En Google Books como parte de la antología Con un par de narices (edición de La Esfera Cultural).
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3 comentarios:
Una subrealistamente deliciosa historia de amor. Me gustó mucho.
Sencillamente mágico, mis felicitaciones.
Miguel Ángel y Francisco, gracias.
Saludos funambulescos
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