AQUEL HOMBRE siempre dejaba las cosas a medio hacer, a
tal grado que a nadie le extrañó que, al arrojarse de un vigésimo piso, se
sirviera de la ventana abierta del tercero para abandonar la caída. No
obstante, he de decir en su defensa, y como testigo imparcial que, en dicha
ocasión, de verdad, le puso ganas al asunto: de otra manera no se explica que
dejara pasar las del noveno, el séptimo y el quinto.
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8 comentarios:
Quizás lo pensó más tarde...
Saludos
Muy bueno, escritor
Siempre sorpresivo, siempre una sutil invitación a la próxima lectura.
Un abrazo.
Me gusta el humor ácido que le capto.
Sí, el humor ácido de este breve invita a sonreír, eso sí, con la boca torcida.
Un saludo.
Es de sabios cambiar de opinión.
Ah, qué inmerecido pero qué grato leer lo de “escritor”. Gracias, Aniagua; y bienvenida al Elefante.
Francisco, Miguelángel y Yolanda, gracias.
Sin dudas, Rubén. Por cierto, bienvenido al Elefante.
Saludos cordiales
Me gusta mucho este relato, el personaje, la idea. Creo que alguna vez yo también le he puesto empeño, y me ha pasado lo mismo.
Un abrazo
Gracias, Anita.
Abrazos
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