martes, 27 de agosto de 2013

La mágica invención del adjetivo (J. R. R. Tolkien)



La mente humana, dotada de los poderes de generalización y abstracción, no sólo ve hierba verde, diferenciándola de otras cosas (y hallándola agradable a la vista), sino que ve que es verde, además de verla como hierba. Qué poderosa, qué estimulante para la misma facultad que lo produjo fue la invención del adjetivo: no hay en Fantasía hechizo ni encantamiento más poderoso. Y no ha de sorprendernos: podría ciertamente decirse que tales hechizos sólo son una perspectiva diferente del adjetivo, una parte de la oración en una gramática mítica. La mente que pensó en ligero, pesado, gris, amarillo, inmóvil y veloz también concibió la noción de la magia que haría ligeras y aptas para el vuelo las cosas pesadas, que convertiría el plomo gris en oro amarillo y la roca inmóvil en veloz arroyo. Si pudo hacer una cosa, también la otra; e hizo las dos, inevitablemente. Si de la hierba podemos abstraer lo verde, del cielo lo azul y de la sangre lo rojo, es que disponemos ya del poder del encantador. A cierto nivel. Y nace el deseo de esgrimir ese poder en el mundo exterior a nuestras mentes. De aquí no se deduce que vayamos a usar bien de ese poder en un nivel determinado; podemos poner un verde horrendo en el rostro de un hombre y obtener un monstruo; podernos hacer que brille una extraña y temible luna azul; o podemos hacer que los bosques se pueblen de hojas de plata y que los carneros se cubran de vellocinos de oro; y podemos poner ardiente fuego en el vientre del helado saurio. Y con tal «fantasía», que así se la denomina, se crean nuevas formas. Es el inicio de Fantasía. El Hombre se convierte en subcreador.
J. R. R. Tolkien
Sobre los Cuentos de Hadas
.

4 comentarios:

Yashira dijo...

Preciosa entrada.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Me alegra que te haya gustado el post, Yashira. El ensayo de Tolkien es muy personal e interesante.

Saludos cordiales

Francisco Espada dijo...

Sin el adjetivo, el color sería monocromático, la fantasía rectilínea, el poema música monocorde y el relato atestado judicial. También el abuso nos lleva al despeñadero: cuestión de límites.
Un abrazo.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Francisco, qué buenas imágenes del valor del adjetivo. Y claro, la cuestión pasa siempre por un uso y no un abuso, por aquello que ya decía Huidobro “el adjetivo cuando no da vida, mata”.

Saludos cordiales

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