domingo, 17 de junio de 2012

Decálogo del imperfecto cuentista, de Félix J. Palma



Como todo cuentista que se precie termina componiendo un decálogo, aquí os dejo el mío, que acabo de pergeñar sin el menor ánimo pontificador, tan sólo con el propósito de exponer de forma divertida el puñado de intuiciones que me guía cada vez que abordo un relato. Pese a vuestras discrepancias, espero que os resulte al menos entretenido. Y recordad que también se puede escribir un buen cuento infringiendo cualquier decálogo, especialmente este.
1) La importancia de la segunda frase. Suele decirse que las dos frases más importantes del relato son la primera y la última. La primera porque, aparte de incitar a la lectura, en ella debe hallarse embotellado el cuento, y la última porque debe volver coherente lo anteriormente expuesto. Pero yo quisiera aprovechar para revindicar el valor de la segunda frase, a la que no se le da importancia pero que en mi opinión es clave, pues establece la manera en la que va a contarse la historia. En la segunda frase está contenido el ritmo de la narración, el tono del narrador y su forma de tratar la historia que va a contarnos.
2) La importancia del perro. Este punto hace referencia a la economía de elementos que debe caracterizar a todo relato que se precie. Si el protagonista, en un determinado momento de la narración, se desentiende de la acción para comprar un perro, ese perro debe salvarle la vida para ganarse su inclusión en el relato. Por esa misma regla, el árbol genealógico del protagonista será más o menos frondoso en relación con el argumento. El personaje tendrá hermanos, madre, esposa, ex esposa, sobrinos, o abuelos solo si estos le ayudan a sostener la cruz de la trama. Ninguno puede presentarse a cenar con las manos vacías.
3) El tamaño no importa. De los variados elementos que caracterizan el relato, el menos determinante es su extensión. Un relato debe tener la extensión que necesite, y será relato siempre que tenga osamenta de relato. Si carece de digresiones, subtramas, anécdotas y demás adornos de la novela, será relato aunque tenga 200 páginas, y si carece de las características del microrrelato, es decir, si continua manteniendo su patrón diáfano de presentación, nudo y desenlace, no será un microrrelato aunque tenga una sola línea.
4) La amenaza del espacio exterior. Un relato debe terminar en sorpresa, no porque sea obligado, sino porque todo cuento debe contar una historia, y toda historia debe estar alumbrada por una mudanza narrativa o conflicto. El relato sorprende con el material que nos ha sido dosificado en las páginas que lo componen: la sorpresa nunca debe venir del espacio exterior, ser ajena al relato, debe estar oculta en él como un polizón.
5) La importancia del final. Un cuento puede tener muchos principios, pero un solo final. Si uno no tiene un final, no debería escribir un relato a menos que sea Hipólito G. Navarro o un genio.
6) El cuidado de la poda. Un cuento no estará terminado hasta que en la corrección no podamos quitarle nada más. Por otro lado, una poda excesiva puede malograr el relato al robarle parte de sus virtudes.
7) La importancia del silencio. Por mucho que los personajes hablen, un cuento solo debe tener diálogos si es imprescindible.
8) La importancia de la mentira. Escribir un relato consiste en engañar, mentir, despistar al lector. En hacerle mirar para otro lado mientras le robamos la cartera.
9) La importancia de saber convertirse en otro. Uno debe pensárselo muy bien al dar por terminado un relato, porque una vez acabado el cuento debe expresar todo lo que ha querido decir su autor mientras este guarda silencio. Si alguien tiene que explicar un chiste es que lo ha contado mal. Todo autor, en fin, debe metamorfosearse en lector antes de dar por válido un cuento.
10) La escasa importancia del decálogo. El que un escritor pueda redactar un buen decálogo no implica que pueda escribir un buen cuento, y viceversa.
Félix J. Palma

Tras la publicación en la web del autor del presente decálogo se desató, entre varios reconocidos escritores, un intercambio de opiniones en torno a lo expresado en el punto 7. Dado lo interesante del debate me he tomado la libertad de transcribir parte del mismo.
[...]
Juan Carlos Márquez: Yo no estoy de acuerdo con algunos puntos del decálogo, pero para eso están los decálogos: para no estar de acuerdo. Eso sí, a mí no me la das, Félix: tú sabes que hay por ahí muy buenos cuentos dialogados.
Miguel Ángel Zapata: El punto 7 del decálogo, esencial. Creía ser el único que defendía tal tesis. Odio hacer pasar la intensidad de un cuento por un fragmento de novela o un partido de frontón entre dos personajes a los que ya no hay quien les pare la lengua. Además, es ya una cuestión de educación primordial: cuando el autor está escribiendo un cuento, es intolerable que los personajes se pongan a hablar, así, como si no existiera tal autor o tal acto de escritura, ignorándolo, menospreciando su arte. Sólo propongo la salvedad de que el cuento se construya íntegramente mediante la técnica del diálogo, sin estilo indirecto o cesión externa del protagonismo a unos y otros parlantes, sólo conversación, y que ésta sea escueta y contenga varios mundos dentro. Esto nos lleva a la cuestión de las voces y el estilo: ¿nos imponemos a lo creado o dejamos que éste (personajes, trama, tono) imponga sus condiciones? Yo abogo por saber (siempre, siempre) que ese cuento es de Cortázar y de ningún otro, independientemente de que hable de fotógrafos fagocitados por su cámara o cronopios. Estilo definido y trabajado, no mímesis con el entorno.
Félix J. Palma: Iba a contestarte, Juan Carlos, pero veo que Miguel Ángel se me ha adelantado, desarrollando magistralmente el punto 7. Es justamente lo que opino: el diálogo, en la mayoría de los cuentos, suele ser prescindible, fácilmente sustituible por una descripción del narrador de la conversación de turno. Sólo tolero, como lector y autor, salpicarlo de alguna frase recurrente, lapidaria o con cualquier otra función dentro de la trama del relato, y siempre que sea preferible a entrecomillarla. El cuento dialogado de principio a fin es otra cosa. Nunca he escrito uno así, ni siento el menor interés en hacerlo, no sé por qué. Supongo que sentiría que estoy haciendo trampas, tirando por lo fácil. Y sí, Miguel Ángel, el estilo es el hombre y el perfume de la prosa. Aunque a veces un estilo demasiado personal supone un hándicap a la hora de abordar ciertas historias.
Juan Carlos Márquez: "Haciendo trampas", "Tirando por lo fácil". Prueba, prueba, Félix. Creo que no nos vamos a poner nunca de acuerdo en este punto. Ni falta que hace. 
Félix J. Palma: ¿Y escribir una historia sin descripciones, sin reflexiones, sin poder ser yo más que a través del diálogo? No sé, Juan Carlos, creo que cualquier historia que se cuente usando únicamente el diálogo ha de empobrecerse inevitablemente. Otra cosa sería que la única forma de contarla fuera ésa..., pero, ¿existe una historia así?
Juan Carlos Márquez: No sé si existe o no, al menos no sé si existe cumpliendo todas esas normas, pero si no existe alguien tendrá que escribirla.
[...]

.

12 comentarios:

Rubén dijo...

Justo lo que necesitábamos, otro decálogo.
Veo normal el debate sobre los diálogos en el cuento. Creo que siempre lo ha habido. El señor Palma, sin duda, sabe de lo que habla, pero J.C. Márquez también tiene razón. Mi conclusión sobre este decálogo es que da una de cal y otra de arena. Cada cuento es diferente y no creo que se pueda precisar mucho abarcando tanto terreno.
Haz esto pero no lo hagas, recorta pero no quites... El señor Palma lleva escrito muchísimos cuentos y creo que se lo tiene que saber de memoria, supongo que quiso compartir sus impresiones, sus conclusiones... Naturalmente que no son aplicables a la de todos los escritores de cuentos, ni a todos los cuentos, pero se agradece.
La foto es impresionante.
Gracias por hacernos saber.

Petra Acero dijo...

Bueno... A mi me gusta cómo escribe Félix J. Palma. Me gusta cómo escribe Juan Carlos Márquez, e Hipólito Navarro y Ángel Zapata. (De todos hay unos relatos que me gustan más que otros por todas las razones que me rodean, como a cada lector...) Y todos han ganado premios y todos lo hacen con estilos diferentes. Y tal vez, cuando se pongan a escribir, ninguno siga ni su propio decálogo... Desde luego, yo, no analizo sus relato para comprobar si los siguen o se saltan algún punto.

Gracias, Gabriel. No conocía el decálogo de Félix J. Palma. Interesante.

Saludosss

Laura dijo...

Hay partes de este decálogo de las que ya era consciente, no así otras. Por ejemplo : la importancia de la segunda frase del cuento y la virtud en la economía de los diálogos.

Respecto al diálogo en la totalidad del relato, estoy de acuerdo en que me parece abusar del recurso y dar la espalda al narrador. Que se hace "trampas" o "se tira por lo fácil" bajo mi modesta opinión : en desacuerdo, un buen diálogo es algo que implica caracterizar a los personajes implícitamente con sus palabras y acciones, y creo que es bastante complicado.

Como siempre, creo que en el equilibrio de los recursos empleados está la virtud. Acabo de leer "Solar del Paraíso" de Iganacio Aldecoa, y hay un poco de todo, excepto 200 páginas de relato.

Besos Gabriel ¡me encantan estas secciones que etiquetas como Decálogos!.

Anónimo dijo...

Bueno el decálogo, uno de los más básicos -es decir fácilmente comprensibles- que nos has presentado. Me gustó lo del polizón y la cartera.

En cuanto al debate le doy toda la razón a Zapata.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Hola, Rubén. Los decálogos hay que tomarlos como lo que son: una guía o resumen de intuiciones que cada escritor elabora con mayor o menor acierto. Siempre hay que tomarlos con pinzas, lo que no quita que algunos resulten sumamente interesantes. Desde mi punto de vista tres de los mejores decálogos que existen (todos aquí publicados y de los cuales se puede aprender bastante) son: el “Decálogo del perfecto cuentista”, de Horacio Quiroga (al cual Palma parafrasea: perfecto—imperfecto); “Diez mandamientos para escribir con estilo”, de Nietzsche, en cuanto a la escritura en general; y en el terreno específico de la minificción, el “Decálogo del buen minificcionista”, de Raúl Brasca. Tres joyitas.

Hola, Petra. Evidentemente todos son excelentes cuentistas, aunque creo que algunos críticos no le perdonan a Palma su éxito comercial. No he leído sus novelas, pero sí sus cuentos y el tipo sabe de lo que habla.

Laura, lo de los diálogos es un asunto muy peliagudo que siempre trae controversia. Soy de la opinión que ningún recurso debe dejarse de lado: todo está allí para ser usado. Lo que dice Márquez de que hay excelentes cuentos escritos en base a diálogos es cierto, ahí está, por ejemplo, Hemingway para atestiguarlo.

Sí, Yunuén, creo que esa sensación de básico que mencionas se da porque Palma va a los bifes, a lo práctico. Lo del polizón es algo muy bueno y que refiere a aquello de que la resolución de un cuento debe construirse a través de las pistas, los indicios que el narrador va dejando en su desarrollo y que al final cobran sentido. En síntesis lo que propone es no practicar el “Deus ex Machina” que suele resultar tan tentador.


Saludos cordiales

Rubén dijo...

Hola, Gabriel. Opino igual que tú. No conocía el de Raúl Brasca, ahora mismo le echo un vistazo; no sabía que los coleccionabas en una etiqueta aparte.
Respecto al tema, y seguro que conoces ya, hay unas cartas de Chéjov a otros escritores que son muy interesantes, a mí me sirven de mucho.
A veces pienso en esos círculos de escritores que rondaban con sus cuentos las revistas para publicar, se carteaban e intercambiaban herramientas y consejos. Uno de los círculos de escritores más asombroso es el formado a la sombra de Lovecraft. Me encantaría formar parte de algo así...
Bueno que me enrollo, un saludo

Gabriel Bevilaqua dijo...

Sí, las reflexiones de Chéjov son muy interesantes, por aquí he subido algunas de su Cuaderno de Notas. En cuanto a lo de los decálogos, la idea es ir subiendo de a poco a aquellos que por una u otra razón considero de valor. Y respecto al cuento considero que después de esa época ya mítica de las revistas y los círculos de escritores que mencionas hubo un cierto declive pero hoy el cuento está viviendo un nuevo auge, quizás una edad dorada aunque no seamos del todo conscientes de ello.

Saludos

Humberto Dib dijo...

Yo creo que puedes darles decenas de consejos a una persona, pero si no tiene el don del relato, caen en saco roto, como, por el contrario, quien escribe bien, desarrolla esas técnicas sin siquiera conocerlas formalmente.
Un abrazo.
HD

Rubén dijo...

Gabriel, estoy de acuerdo con la nueva era del cuento. Veo las reseñas por todos lados y los círculos de lectores de este género literario; aunque a veces pienso que, debido a la facilidad que nos da internet, muchos toman el camino de escritor de cuentos y de ahí a lector de cuentos.
Esta es mi hipótesis sobre el renacer del cuento.
Humberto, supongo que hay que leer y estudiar mucho antes de ser buen escritor, pero también hay que vivir mucho para poder contar algo interesante. Creo que cuando se encuentran los dos caminos, se completa el buen escritor.
Veo complicado lo de nacer con el don. Tal vez con la facilidad. Pero eso de desarrollar técnicas desconocidas sin beber de ninguna fuente lo veo algo divino, supongo que el arte de la narración no solo se aprende con la letra escrita, sino con la que vas escribiendo. Hay gente que se bloquea y necesita soluciones preestablecidas, sin embargo, hay otros que le encanta descomponer el problema; como un juego. Con todo pasa igual.
Perdón por desvirtuar los comentarios, pero me pareció muy interesante el debate.
Un saludo

Humberto Dib dijo...

Ruben:
Concuerdo contigo en varios puntos, por ejemplo que hay que estudiar, perfeccionarse y tal, pero insisto que hay que tener algo. Lo llamé 'don', pero podemos poner cualquier otra palabra que implique algo innato. Si llamarlo divino o no, depende de las creencias de cada uno. No soy religioso, pero hay en el arte que me lleva casi a salir de mi ateísmo.
Claro que sí, interesante debate, desvirtúa tranquilo.

Rubén dijo...

Umberto, tal vez dimos con la fórmula perfecta: estudio, experiencia vital y ese "don" del que hablamos.
Ninguna de estas tres partes, por separado, hacen a un escritor completo y hábil, creo que en eso estamos de acuerdo.
Supongo que la experiencia vital y el estudio los da el tiempo y7 la dedicación, pero ese "don" te facilita la percepción y te hace fácil el estudio haciéndolo parecer un juego...
Esperemos que esa combinación caiga en mis manos algún día y pueda leer esa obra de autor tan perfecto.
Un saludo

Gabriel Bevilaqua dijo...

Humberto, Rubén, muy interesantes vuestras opiniones. El tema de si los escritores nacen o se hacen, es un debate tan eterno como eternamente irresuelto. En mi opinión resulta probable que para alcanzar las cotas más altas de escritura haya que disponer (aparte de mucho trabajo y paciencia) de talento, de un don o como queramos llamarlo; pero a la vez pienso que todos pueden llegar a escribir, al menos, dignamente, lo que no es poco. En todo caso, lo más importante a mi entender debe ser la necesidad y el placer en el acto de escritura; el tiempo, luego, dirá lo que tenga que decir.

Rubén, como apuntas, quizás la causa del renacer del cuento se deba a internet (aunque me inclino a pensar que es anterior). Pero el que así sea no tiene nada de malo. El cuento es uno de los géneros más antiguos que existen, pero alcanzó recién su apogeo durante el siglo XIX y principios del XX gracias a que los periódicos le pedían a los escritores (a la par que novelas folletinescas como las de Dickens y Dumas) textos cortos (que se pagaban por número de palabras). Escritores de la talla de O. Henry y Horacio Quiroga publicaron así, y ahí están los resultados a la vista. Quizás internet haya venido a ocupar ese espacio que los diarios dejaron vacante hace tiempo, y que el salto hoy sea de la web al papel (esto se verifica bastante en el caso del microrrelato). Cualesquiera sean las causas, bienvenido sea este reflorecimiento.


Saludos cordiales

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