miércoles, 6 de abril de 2011

La novela policial, según Alfonso Reyes

Florenci Clavé, Historietista


«SOBRE LA NOVELA POLICIAL»

Alfonso Reyes


De todas las feas denominaciones que han dado en emplearse para cierto género novelístico hoy más en boga que ninguno —novela de misterio, de crimen, «detectivesca», policíaca, policial— prefiero esta última. Las demás, o parecen despectivas, o limitadas, o impropias por algún concepto. Sobre esta novela policial me atreví a decir —y lo ha recordado recientemente Jorge Luis Borges en Buenos Aires— que era el género literario de nuestra época. No pretendí hacer un juicio de valor, sino una declaración de hechos: 1) es lo que más se lee en nuestros días, y 2) es el único género nuevo aparecido en nuestros días, aun cuando sus antecedentes se pierdan como es natural, en el pasado.


Se me ocurre charlar hoy un poco sobre la novela policial, y me da ocasión una experiencia reciente. Un eminente psiquiatra mexicano me encontró una de estas mañanas con una novela policial en la mano y hablamos así:


—¿También usted lee estas cosas?


—Soy un decidido aficionado. Me interesan sin conmoverme. En la que llamaremos «novela oficial» todo conflicto me conmueve y agita. En la policial todo conflicto me deleita porque enriquece la investigación. En la novela oficial, una muerte puede hacer llorar, como lloraban el fallecimiento del personaje «Amadís» la dama y su servidumbre, en la anécdota que todos los humanistas conocen. En la novela policial, al contrario, una muerte es bienvenida, porque da mayor relieve al problema. Descansa el corazón, y trabaja la cabeza como con un enigma lógico o una charada, como con un caso de ajedrez. Pero el trabajo no es tan intenso que fatigue, y además sabemos que, por regla, nos van a dar la solución en el último capítulo; de suerte que podemos ser un tanto pasivos si nos place, y graduar nosotros mismos la atención y la energía mental que deseamos gastar. Finalmente, el problema no conlleva el dolor de la abstracción lógica, sino que va cómodamente encarnado en Pedro, Juan o Francisco. En suma, leo novelas policiales porque me ayudan a descansar, y me acompañan, sin llegar a fascinarme u obsesionarme, a lo largo de mis jornadas de trabajo, con esa música en sordina de un «sueño continuado» que no tiene nada de morboso; me permiten satisfacer esa necesidad de desdoblamiento psicológico que todos llevamos adentro (y a la que importa buscar alguna salida por buena economía del espíritu), sin poner para eso en acción todos los recursos sentimentales ni la preocupación patética que exige la novela oficial.


—Tiene usted razón —me contestó mi amigo—. En algunos casos, y por los mismos motivos que usted dice, yo aconsejo estas lecturas a mis enfermos de fatiga nerviosa. Por donde caemos en el tema de la higiene mental que trataba usted en algún artículo. ¿Y le interesa a usted igualmente la novela policial que el cuento policial?


—En principio, necesito que la obra tenga cierta extensión para que logre persuadirme con su engaño estético. Los antiguos retóricos se acercaron muchas veces (y el primero, Aristóteles) a este tema de la relación entre el lícito engaño literario y la dimensión del poema. En sus comentarios sobre El cuervo, algo dice al respecto Edgar Allan Poe. Quizá no sea posible decir más, pues el tema es resbaladizo y escapa a la razón dosimétrica. Pero hay una cierta relación entre la cantidad y la calidad poética, que puede ser de primer grado o de grado recóndito, de orden directo o de orden inverso. Y en el tipo de ficción policial es obvia, es de primer grado y de razón directa. Victoria Ocampo, también gran lectora de estos libros, me ha declarado que sólo soporta la novela y no el cuento. Yo soy un poco más ecléctico, pero suscribo, en tesis general, el mismo principio.


—¿Se ha escrito algo que merezca leerse sobre el género policial?


—Hay un buen ensayo de Roger Caillois, y hay mil notas y luminosos atisbos en Jorge Luis Borges, que, en colaboración con Adolfo Bioy, está dando carta de naturalización al género en la literatura hispanoamericana y, podemos decir, en la hispana.


***


«Necesito que la obra tenga cierta extensión para que logre persuadirme con su engaño estético», reflexiona Alfonso Reyes, desacreditando de alguna manera al cuento policial. No comparto tal opinión: no se necesitan trescientas páginas para generar un enigma y una tensión dramática dentro de lo policial y detectivesco; es más, ni siquiera se precisa de un asesinato. Y apelo para sostener dicha afirmación a un solo ejemplo: Un escándalo en Bohemia (de unas treinta páginas de extensión), uno de los mejores cuentos de Arthur Conan Doyle, en el cual el inefable Sherlock Holmes deberá medirse con la mujer.



Ilustración: Florenci Clavé i Jové

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4 comentarios:

Unknown dijo...

Gabriel, continúas acercándome páginas para guardaré en ese baúl que dice 'Grandes selecciones'

Gracias

Pablo Gonz dijo...

Gracias por seleccionar este texto, Gabriel. Precisamente estoy escribiendo una novela policial y me viene muy bien lo que transmite.
Abrazos,
PABLO GONZ

Mónica Ortelli dijo...

Es cierto eso de que uno se zambulle en el policial para disfrutar, para entretenerse; tiene una idea clara de lo que le espera y si encuentra algo más -como ser un excelente escritor como autor-, pues mucho mejor. Me pasó este verano con Patricia Highsmith y su saga de Ripley; leí 'La máscara de Ripley', y me entusiasmó su dinamismo. Desde la ciencia forense es una novela que no ha resistido el paso del tiempo, es del '70 cuando las pruebas de ADN y otras yerbas no existían para resolver crímenes, pero aún así eso no la desmerece porque está tan bien escrita que igualmente genera una tensión notable en el lector. Me espera todavía la última de la saga, a ver cómo termina el personaje y en carpeta de relectura, 'El largo adiós' joya de Raymond Chandler.
Yo prefiero el policial negro de los norteamericanos a los policiales con enigmas de los ingleses. Es lectura de verano, o sea de vacaciones.
Buenos micros te ha inspirado el tema del mes, ¡suerte!

Gabriel Bevilaqua dijo...

Gracias a vos, Patricia, por pasar.

Pablo, ¿una novela policial?, ¡qué bueno! Espero que nos des algún adelanto cuando la tengas terminada.

Mónica, como escritura la de género, ya policial, ya ciencia ficción, etc., siempre me ha parecido tan válida como la que Reyes llama en su artículo “oficial” (nombre que hoy, creo, no es tan bien visto). Toda la literatura, al fin y al cabo, debe entretener, la única diferencia reside en la inteligencia con que se lo hace.
En cuanto a las escuelas, sin llegar a ser un fan, me gusta la saga de Sherlock Holmes, y también lo que he leído del inspector Maigret.
Muchas gracias por la suerte, en las aguas marineras siempre son necesarias.

Saludos cordiales.

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