lunes, 29 de junio de 2009

Castillo de arena

Abrió un pequeño agujero en la torre más alta y su ojo de gigante vislumbró una sirenita en medio de la carga de tritones. La última ola había llenado de mar la fosa. Presuroso, desvencijó escalones hasta dejarse frente al puente levadizo en el preciso instante en que el agua lo diluía. Los muros comenzaron a ceder pero con la ola final vino el abrazo de la niña. Poco después, la voz de una mujer se perdía por la playa, en vano.


jueves, 25 de junio de 2009

Imponderables


Poseía agujeros pequeñitos como un dedal y grandes como una alcantarilla. Perfectamente redondos algunos, o de bordes infinitamente irregulares otros. Casi todos, sin embargo, eran de matices oscuros como corresponde a un buen agujero; aunque los había también claros con luz del alba. Reunía en total más de cinco mil, porque digamos que Martín era un coleccionista de agujeros. Así tal cual se oye. La fama de su colección no tardaría demasiado en saltar las fronteras: lo invitaron a exponerla en París en el mismísimo Centro Pompidou. Ebrio de entusiasmo quiso adelantarse para ajustar detalles. Pero el avión que lo seguía con los agujeros se accidentó. Y todos se fueron hasta el fondo del océano… Y tras ellos, el agua.


Martín ahora, afronta demandas millonarias e incluso hacen lista los que han jurado matarlo. Estoy muy afligido. Por cierto, soy Jorge Funes, su abogado. Mi primer consejo profesional tras fijar los honorarios, ha sido que no abandone, hasta que arrecie la calma, el agujero donde lo tengo escondido.


miércoles, 17 de junio de 2009

¡Albricias!


Dos minificciones ya publicadas en esta bitácora han resultado seleccionadas por el jurado de “La Oveja Negra” como finalistas. Las mismas son: “La última metáfora del poeta”, por el mes de Febrero; y “El público es soberano”, por Abril.


Dicho sitio, que conjuga su actividad en la web con una pequeña publicación, continuará hasta el mes de Octubre la búsqueda de dos finalistas mensuales de entre los que saldrá el ganador del certamen. Pueden leerse las minis de todos los elegidos hasta ahora —más las recomendadas por el jurado para su publicación— en el citado sitio “La Oveja Negra”.


Además, allí están disponibles las bases para la participación. Por mi parte, volveré a intentarlo; en una de esas, el jurado (a su vez) vuelve a distraerse y reincide…


lunes, 15 de junio de 2009

El entierro


—¿Escuchó eso?

—¿Qué cosa?

—Se oyó algo… En el féretro.

—Imaginaciones tuyas, hijo —dijo el viejo, arrojando otra palada. Después de unos segundos, una enclenque voz comenzó a pedir auxilio.

—Es el muerto, ¡está vivo! —gritó el joven.

Entonces el viejo giró buscando al único deudo presente, quien tras arrebatarle la pala, saltó a la fosa, abrió el cajón y le aplicó, a su amado tío, un palazo definitivo en la cabeza. Luego reclavó el ataúd, salió de la fosa y, mientras le restituía la pala al viejo, les dijo:

—Discúlpenme, pero ya me he hecho a la idea de la herencia…


jueves, 11 de junio de 2009

Cosas que pasan… pero que no deberían


Es curioso que el señor Guillermo Campos, hacedor de la bitácora “Abrapalabra” subtitule la misma citando a Oscar Wilde: “No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo.” Se preguntaran los lectores del Elefante, y ¿por qué curioso? Porque el mentado caballero parece que se ha quedado, precisamente, sin nada que decir, dandósele entonces por extraer de este sitio varios textos para su web; olvidándose (obvio), en el proceso, de citarme como el autor de los mismos y/o en su defecto poner un link hacia esta página; haciéndose pasar, así, como dueño de dicha autoría. Todos los textos (al menos, los que verifiqué), los acarreó a su página el día 12/05 del presente año.


No siendo lo anterior suficiente, el susodicho, ha tenido la dudosa audacia de retitular los textos (pensando, tal vez, hacer más difícil su rastreo) y hasta reescribir, torpemente, algún otro. A continuación un listado de lo pirateado:


"Otro final", renombrado como "Transformación" (matando de paso el suspenso)

"Encontrarse", renombrado "Encuentro"

"De venganzas e inversiones", renombrado "Hasta el último momento"

"Lo último que escribió un lápiz", renombrado "Yo acuso" (de paso, yo también, te acuso)

"Por culpa de un tal Pérez", renombrado como "Fue el ratón"

"Leído en un muro del palacio de Cnosos", renombrado "Laberinto"

"Tres por uno: epitafios", renombrado "De tumbas y epitafios"

"Si la reina lo hubiera sabido", renombrado "De haber sabido"

"Inoportuno", ¡aleluya!, conservó el título, "Inoportuno"


Quiero aclarar que todos los textos de esta bitácora, como reza en la columna lateral, están debidamente registrados, por ejemplo, en Safe Creative —sitio que recomiendo desde ya—, donde se guarda una copia de los trabajos con el día y la hora de tal registro.


Agregar que, además, el estimado Guillermo, se ha adjudicado relatos de: Nana Rodríguez (Ajedrez); Sandro Centurión (Errante, renombrado, Eterno tormento); Diego Muñoz Valenzuela (Eficiente); Raúl Sánchez Quiles (Extinción, renombrado, Dilema) y, vaya a saber Dios, de quiénes y cuántos más.


Curioso resulta que en la mayor parte de los casos ha utilizado las imágenes originales que ilustraban cada uno de los post.


Curioso también resulta que haya colocado una foto de Gabriel García Márquez, en la barra lateral, con el título: “Así quiero ser de grande”. De esta manera, te informo, no lo conseguirás.


Estimado Guillermo, si lees esto, te solicito cortésmente desde aquí (ya que no tienes habilitados los comentarios), que quites los trabajos de mi autoría de tu bitácora.


Voy a terminar esta entrada citando una frase que ilumina el sitio de Sara:


“¿Te gusta alguno de mis textos? ¿Quieres compartirlo o publicarlo en tu página? Puedes hacerlo, pero no te olvides de citar la fuente. Estos escritos me representan. Si me robas mis palabras, me estás robando el alma. Si realmente te gusta lo que escribo, respétame y no te adueñes de algo que no te pertenece.

Puedes rescatar una frase, un texto completo, una idea... pero cita tu fuente. No creo que sea mucho pedir.”


Saludos.


Gabriel Bevilaqua

lunes, 8 de junio de 2009

Volviendo al pago

Damas y caballeros, después de una de las habituales turbulencias de este viaje que llamamos vida, nada mejor para retomar esta bitácora que una pequeñita buena noticia: Hace unos días la Editorial Dunken me ha hecho llegar el libro “Manos que cuentan”, una antología de relatos que reúne, si mal no he sumado, a 103 autores, siendo un servidor —por piedad o error del seleccionador— uno de los susodichos.

¡Albricias!, por el texto, al cual —admito— no le tenía fe, y que, sin embargo, se constituye así en mi primera ficción “en papel”.

La selección la ha realizado el escritor César Melis, quien, en un fragmento de su prólogo, nos dice: “Si hay un rastro común en los autores de esta antología es la diversidad de manos puestas a la obra, manos capaces de atestiguar el color de sus almas con sorpresa, ternura, sensualidad, intriga, juego, descaro, sabiduría, humor, amor, según el caso.” Leído todos los textos, puedo suscribir sus palabras y afirmar, más allá de gustos personales, que la calidad media resulta más que interesante.

Sin más, hete aquí el microrrelato en cuestión:

El serenatero

El serenatero gustaba de enseñar equilibrios a las cabras. A tal efecto había trazado una línea con una tiza desde la fuente central de la plaza hasta un vigoroso fresno. Y le había dado un paragüitas a cada una de las cabras para que se animaran por la cuerda floja. Así pasaron Pepita, Azucena y Anabel; pero al intentarlo Juanita, a medio trayecto, pisó un punto donde la raya casi se había borrado y la cuerda se rompió; precipitándose, la pobrecita, al vacío. Cuando el serenatero la avistó fatalmente despatarrada supo que no le iban a creer pese a que hacía años que no se acercaba a una botella.


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