viernes, 20 de mayo de 2016

Ésa es la cuestión



MI MUJER habla, habla y habla. De su mamá, de la nueva novela mexicana, del novio casi adolescente de la vecina. Cosas que ni me van ni me vienen. A veces me gustaría que la tecla «Mute» del control remoto del televisor sirviese también para ella. De hecho, la he probado en varias ocasiones; pero los milagros no existen. Al menos eso es lo que creía hasta esta noche. Como el viejo control se había roto, compré uno nuevo. El vendedor me aseguró que era universal. ¡Y tenía razón!
A escasos segundos de que comenzara el «superclásico», mi mujer no se dignaba a darme una tregua; entonces le apunté disimuladamente con el flamante control remoto…
¡Qué delicia mirar el partido sin oír su cantinela! Sin embargo, ella, como yo no le respondía ni siquiera con mis habituales monosílabos, se paró delante de la pantalla. Comprendí que me estaba gritando al observar su cara colorada y su enorme boca abierta. Cuando le pedí amablemente que se corriese, se abalanzó sobre el control como una fiera.
Forcejeamos durante unos minutos, hasta que sin querer apreté el botón de apagado y ella se cayó redonda al piso. ¡Por una vez pude ver el partido como Dios manda! Ahora, de cuclillas a su lado, me siento todo un Hamlet: «Encender o no encender a mi mujer, ésa es la cuestión».
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lunes, 9 de mayo de 2016

El vaso de leche



SE HABÍA hecho con el vaso de leche que alguien dejó a medio tomar en la mesa de una cafetería. A poco, acuclillado en la soledad del callejón, vio emerger de la leche un submarino.
Tras refregarse los ojos, el submarino no sólo persistía, sino que, seguidamente, descubrió al capitán y a otros marineros en la vela del mismo. Aquél, provisto de un megáfono, le solicitó detalles sobre el mar donde se encontraban.
Al informarse de lo del vaso de leche, el capitán dijo que por lo menos no habían ido a parar, como la última vez, al suplicio tropical de una sopa. Luego le dio las gracias y ordenó una pronta inmersión.
Él, con el vaso entre ambas manitos, se quedó largamente como una estatua. Recién al volvérsele el estómago chicharra, se atrevió, no sin pena de que los hombrecitos todavía anduvieran por ahí, a beber la leche.
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El presente texto llegó a las deliberaciones finales del mes de marzo, ¡pero del año 2012!, del «Microconcurso La Microbiblioteca».

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