jueves, 24 de noviembre de 2016

En una isla cualquiera



CAE la tarde, y Verónica encuentra otra botella en la playa. Dentro, como siempre, hay una carta. Mientras la extrae, anhela que esta vez vaya dirigida a alguna de las demás mujeres pero, al instante, reconoce la letra. Es de su esposo. Le cuenta que se siente solo, y que Carlitos la extraña y pide por ella. Verónica estruja el papel de igual manera que aquellas palabras estrujan algo en su pecho. Mira el horizonte como si fuera ciega, y luego escribe, en la misma hoja, que todavía no es tiempo, que tiene que ayudar a sus compañeras de infortunio, que algún día, pronto, marchará con ellos. Seguidamente, arroja la botella, cargada de mentiras, otra vez al mar. Y se acaricia las seis lunas de su vientre, sin saber si debe dar las gracias o maldecir por aquella noche de amor antes del naufragio.
Safe Creative #1611179847984

El presente texto llegó a las deliberaciones finales del pasado mes de octubre del «Microconcurso: La Microbiblioteca Esteve Paluzie».
Foto © Autor desconocido
.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Tres hombres y un violonchelo



—¡PAPÁ, hay tres hombres en el living abrazados a un violonchelo! —dice mi hija al irrumpir como un torbellino en la biblioteca.
—Eso no es posible, Alicia, nosotros no tenemos instrumentos musicales —le respondo sin apartar la vista de mi lectura.
—¡Yo que sé!... ¡Lo habrán traído ellos!
Doy vuelta la página y acaricio a Georgie.
—Ya veo; de todos modos, no recuerdo haber invitado a nadie —de repente, alarmado, levanto la vista—. ¿Qué te dije sobre nunca abrir la puerta a extraños?
—¡Yo no le abrí la puerta a nadie, papá! —protesta Alicia con gesto ceñudo—. ¡Pero deberías preguntarles qué desean!
Georgie me mira y se reacomoda perezosamente en mi regazo.
—Dejame que termine este capítulo —le digo enseñándole un volumen respetable de páginas—, y después les pregunto.
Molesta, Alicia gira sobre sí misma y se marcha a grandes zancadas.
—¡Ay, estos niños de hoy! —exclamo, y tras retomar mi lectura, escucho las primeras notas de la Suite nº 1 en sol mayor de Bach.
—Georgie, lo que de verdad me desconcierta no es la música, ya sabemos lo vívida que puede llegar a ser la imaginación de mi hija; sino el hecho de por qué se habrá figurado que eran necesarios tres hombres para tocar un violonchelo.
—Cuestión de compatibilidades, mi estimado; según de qué humor esté el instrumento, lo toca uno o el otro o el otro —dice Georgie, todo sonrisa, antes de desaparecer por completo entre las páginas del libro.
.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...