jueves, 30 de junio de 2011

La apuesta

Joven mendigo, Bartolomé Esteban Murillo



HERIBERTO y el Juanchis eran dos mendigos que compartían vereda, soledades y naufragios. Un día, Heriberto, con el énfasis que lo caracterizaba, dijo que todo lo que existe en el universo puede ser contado: los planetas, las estrellas, las galaxias...

―Bien ―lo interrumpió el Juanchis―, pero vamos a algo más cercano a nosotros, ¿no te parece?

―¿Cómo qué?

―A nuestras amigas.

―No entiendo.

―Las pulgas. Te apuesto las limosnas de una semana a que no podés contar cuántas pulgas tiene la Betty.

―¡Todo lo que existe puede ser contado!... ¿Pero se dejará la Betty?

―Claro, hombre; si hace añares que somos carne y uña.

Aunque indignada, la Betty consintió a que Heriberto, gracias a un hueso medio pelado al que no cesaba de entrarle, le contara las pulgas. Acto que proseguía con el posterior guardado ―y sin rasguños porque además de mendigos eran ecologistas― de los insectos en un frasco de lata que había traído el Juanchis.

Luego de varias horas y quichicientas mil pulgas, Heriberto dijo:

―Seré pobre pero jamás necio: Juanchis, te doy la derecha.

Por un instante el Juanchis quiso confesarle que la lata tenía un agujero en la base, y que había estado contando una y otra vez las mismas pulgas amaestradas que el vasco Arizmendi le había prestado; pero sabía que Heriberto era un hombre de cobijar enconos, así que se mitigó el marote aceptando sólo un día de limosnas en lugar de la semana convenida.


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Arte: Bartolomé Esteban Murillo, Joven mendigo (1650)

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viernes, 24 de junio de 2011

El sentido de escribir un cuento...

Raluca Deca, Meltdown


...según Agustín Monsreal.


¿Qué sentido tiene escribir o crear una microficción? ¿Obedece acaso a la premura de estos tiempos?


Escribir un cuento, un microrrelato o una minificción cambia para mejor el sentido de la vida, lo resignifica, le da nuevos valores y razones de ser, en cuanto que descubre posibilidades infinitas al quehacer cotidiano y acciona de una manera más honda y más lúdica la inteligencia, la sensibilidad, la imaginación, y las pone al servicio del acto creador, que es una de las formas más ciertas de la felicidad. Por esto, no creo que obedezca a la premura de los tiempos sino más bien a nuestra propia necesidad humana de volver al mundo un lugar más habitable, más hecho a la medida de las pasiones que nos doblegan o nos engrandecen el alma. Por otra parte, hay que recordar que “El telescopio empequeñece el universo, es el microscopio el que lo agranda”.


Foto © Raluca Deca, Meltdown

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viernes, 17 de junio de 2011

Lazos

Habitación vacía



LE PROMETIÓ al niño que lo esperaría. Ahora, tras la muerte del pequeño, todas las noches los padres escuchan un débil lloro proveniente de su habitación. Ignoran que un amigo imaginario jamás rompe su palabra.



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viernes, 10 de junio de 2011

El infiltrado

Ciruelo Cabral, Sunset dragon



CORRÍA EL RUMOR de que un dragón se ocultaba en la Corte bajo forma humana. Era la única explicación racional a los cadáveres medio comidos y chamuscados que empezaron a aparecer en el castillo. Los ministros le sugirieron al rey la comparecencia del ilustre hechicero Batelius a fin de dar con el infiltrado. Una vez en la Corte, Batelius congregó a todos en la sala principal y dijo: «Majestad, aunque los dragones son especialistas en el arte de la transformación, esta aguja tiene la propiedad de devolverlos a su forma original». Uno a uno, nobles, soldados y siervos, se expusieron al pinchazo verificador sin consecuencias. Al cabo, el hechicero dijo: «Sólo faltáis vos, Majestad…». Entonces el rey despertó, se dirigió hasta un ventanal y desplegó sus alas. Confiaba en llegar a la casa de Batelius antes que sus enviados.


Seán Ó Conaill, Breves historias de dragones y hechiceros

(Dublín, 1893)


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Arte © Ciruelo Cabral

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