sábado, 28 de marzo de 2009

Las bellotas


—¿Estás chapita, Charlie?

—¿Por qué?

—Las reglas dicen que no debemos aceptar comida de extraños.

—¡Ah! eso, tranquilo; estos maníes me los dio una niña que me visita todos los viernes, no es ninguna extraña.

—Para el caso es lo mismo; tené en cuenta que...

—¡Te trajo bellotas!

—¿Qué? ¿Para mí?

—Claro, como le comenté que a mi mejor amigo le encantan, ha querido obsequiarte; pero si no las querés, se las devuelvo.

—¿Cómo que no las quiero?

—Por las reglas.

—¿Qué reglas?

—Las que mencionaste...

—¡Ah, ésas! y ¿cómo se llama la niña?

—Verónica.

—Y ¿cómo es?

—Menuda, conversadora, simpática; con una sonrisa de porción de sandía; cabello a dos aguas cual cascadas oscuras; ojos zarcos, siempre en vuelo; y...

—¡Ja, viste que no es ninguna extraña! Ahora, dale, pasame las bellotas...


2 comentarios:

aus dijo...

sólo tengo la sonrisa que me dejó el relato :D

Gabriel Bevilaqua dijo...

Aus, tu sonrisa significa ni más ni menos que el relato funciona. ¡Gracias!

Saludos.

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