El ratón estaba, mano derecha al mentón, parado ante la ratonera. El gato se acercó sigiloso, como una sombra, por detrás. Un instante antes de que éste le cayera encima, el ratón, al levantar su mano izquierda, lo detuvo en seco:
—No puedo creerlo.
—¿Qué cosa no podés creer? —dijo el gato, arrellanándose a su lado.
—Ve eso que está ahí.
—¿Qué? ¿La trampa?
—¡No, no! Lo que hay en ella.
—¿El queso?
—Por supuesto —dijo el ratón, brazos al cielo—. Jamás había sido tan burdamente insultado en mi vida.
—No entiendo.
—¡El señor no entiende! Eso es queso de rallar, amigo mío, ¡queso de rallar! Acaso se piensan en esta casa que soy un ratón de la plebe. En mi anterior morada, le informo, lo menos que me ponían en estas trampitas era Roquefort.
—Vamos, no puede ser tan malo este queso.
—Señor gato, usted me irrita —y, cruzándose de brazos, agregó—: ¿lo ha probado?
—La verdad que no, yo prefiero…
—Entonces no opine y limítese a compadecerme. ¡Así está el mundo por gente como usted que habla de lo que no sabe!
—Bueno, nunca es demasiado tarde para instruirse…
—¡Adelante!, no pienso impedirle que se suicide el paladar.
Un instante después el gato estaba correteando por toda la estancia perseguido, en pos de librarlo de la trampa, por sus dueños. Casi sobra decir que, en tal confusión, el ratón logró hacerse con ese queso tan indigno de su alcurnia.
5 comentarios:
Me caen bien los que saben ganarse un queso que estaba destinado a destruirlos... se merecen disfrutarlo! =)
pobres gatos, estos ratones nunca les dan mucho crédito con sus engaños :D
Virginia, espero que hayas disfrutado tanto el cuento como nuestro pícaro amigo de su queso.
Aus, no se lo digas a nadie pero yo estoy de parte del gato.
Saludos a ambas.
Jajaja, un ratón listo donde los haya.
Muy bueno, como es habitual.
Besazos.
¡Gracias Malalua!
Saludos.
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