jueves, 10 de mayo de 2018

Pociones



A VECES papá volvía a casa y a veces no. Mamá decía que necesitaba ayuda para ponerlo otra vez en vereda. No podía imaginarme a papá caminando por la calzada: él era un hombre prudente, que respetaba el tránsito. La cuestión es que mamá me hizo poner la ropa de salir y me dijo que íbamos a lo de una bruja. Yo no quería ir, pero, como papá me había dicho que debía cuidar de mamá cuando él no estuviese, la acompañé sin chistar. La verdad es que tenía miedo. Las brujas te pueden convertir en sapo y yo no conozco a ninguna princesa. Pero resultó ser una señora que, además de amable, era tan bonita como mamá. Hasta me dio un gnomo de plástico para que jugase mientras ellas conversaban. Mamá le dijo que estaba segura de que había otra, que le preparase uno de sus brebajes, que ya no podía seguir así. La bruja se retiró hasta una mesa llena de botellitas y comenzó a verter nerviosamente el contenido de algunas en una copa. Mamá seguía absorta sus movimientos. Entonces papá se asomó por la puerta que daba al resto de la casa y se puso blanco como un conejo. Yo iba a saludarlo, pero se llevó un dedo a la boca, y volvió a cerrar la puerta. Cuando la bruja terminó de llenar un frasquito con la poción, dijo:
—Ponéselo en el café o en el mate, cuando haya luna nueva.
Mamá asintió, le pagó, y luego me llamó a su lado. Yo le devolví el gnomo a la bruja, pero ella dijo que podía quedármelo, y me dio un beso relindo, como los que hacía tanto que mamá no me daba.
Entonces supe qué tipo de poción había ido a buscar papá.
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9 comentarios:

La lengua salvada dijo...

Sencillo y bello.
Gracias

Sara dijo...

Ayyy, Gabriel, me dejas un sabor agridulce con este texto, porque mira que me ha hecho gracia, ¿eh? Pero luego, al final, no sé si estás justificando la infidelidad de él (aunque bien mirado, toda infidelidad tiene siempre una razón, aunque no me negarás que hay algunas más banales que otras).

Me gusta la óptica infantil con la que se narran los acontecimientos. Ya te digo, graciosísimo el relato.

Besos.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Gracias a vos, La lengua salvada. Y bienvenido a "El elefante".

Sara, no se trata de justificar nada, todo pasa por, precisamente, la óptica infantil, de cómo se interpretan los hechos a esa edad. Gracias.

Saludos cordiales

Ángeles dijo...

Los niños captan mucho más de lo que creemos los adultos. Otra cosa es la interpretación que hagan de lo que captan, que aunque no coincida con el mundo exterior, sí tendrá una lógica y una coherencia interna asombrosa.

Es muy bonito el relato, me ha gustado mucho.

Saludos!

Gabriel Bevilaqua dijo...

Coincido, Ángeles. Me interesa mucho la mirada infantil, da mucho juego. Gracias.

Saludos funambulescos

Miguel Ángel Pegarz dijo...

Hermoso y de dos filos, como debe ser la buena literatura.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Gracias, Miguel Ángel.

Saludos cordiales

José A. García dijo...

Por algo no tomo mates con yuyos...

Interesante historia.

Saludos,

J.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Gracias, José. Y sí, mejor estar prevenidos, el agua caliente sola no es tan mala :)

Saludos cordiales

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