domingo, 22 de enero de 2012

Al garete


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CAMINABA pesadamente bajo el tórrido sol cuando apareció el barco. “Hombre en la arena”, gritó uno de los marineros. Poco después el capitán me pedía que lo acompañase a tomar el té. Indagó por la denominación de mi buque, sus características y las causas de la tragedia.
Nunca he sido partidario de la mentira pero decirle que me había caído de un camello durante una sorpresiva tormenta de arena me pareció descortés e inadecuado. No quería que el oficial creyese que le estaba tomando el pelo ni que el sol me había asado las neuronas. Gracias a Dios se tragó como un niño mis explicaciones.
Esa misma tarde, mientras paseaba por cubierta, adquirí noción de que me hallaba a bordo de un antiguo HMS. Discurría sobre las posibles implicancias de tal hecho cuando a lo lejos divisé un brillo en la arena. Al establecer que se trataba de un periscopio, dos veloces surcos ya se abrían paso en el desierto. No tuve tiempo de dar aviso. El primer impacto me sacudió desde el último de los huesos hasta el alma; el segundo, me arrojó por la borda.
Al disiparse el humo, sujeto a algún resto, descubrí el oasis. Por desgracia la corriente mar adentro era demasiado intensa en esa zona del desierto.

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12 comentarios:

Laura dijo...

Me has dejado boquiabierta Gabriel. Lo he leído un par de veces para comprobar que se trataba efectivamente de un desierto, un barco y un oasis. Perfecta la conjugación de tus metáforas en un barco encallado.

Me ha encantado Gabriel.
Un beso de Laura.

Puck dijo...

Coincido con Laura, terminé de leer y volví al principio buscando una salida antes de volver a sentirme a la deriva entre la arena. Me gustó.
saludillos

Elisa dijo...

Original y sorprendente donde los haya.

Juan Ojeda dijo...

Excelente, un micro realmente milimetrado en belleza y ubicación argumental,

Por cierto, cuantas veces nuestros grandes naufragios y descubrimientos no son más que los devenires de un gigantesco barco quieto siempre en el mismo lugar (quizás encallado; en el desierto).

Un abrazo.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Sí, Laura, es una conjunción bastante atípica... Me alegra que te haya gustado.

Puck, qué bueno lo que dices sobre la deriva :) Muchas gracias.

Elisa :)

Muchas gracias, Juan.


Saludos funambulescos

Pablo Gonz dijo...

Pues muy bien, Gabriel. Está perfectamente incorporado lo fantástico. Llega a ser muy natural todo en muy poco espacio. Gran trabajo. Sigo leyéndote con interés.
Abrazo,
P

Mar Horno dijo...

Qué delicia de micro, qué imaginación, qué capacidad de asombrar haciendo natural lo absurdo. Eres un mago. Enhorabuena por el micro. Siempre es un placer leerte. Un abrazo.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Pablo y Mar, muchas gracias por vuestros comentarios :)

Saludos cordiales

Anónimo dijo...

¡Me gustó! Son igualmente temibles y místicos, el mar y el desierto.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Muchas gracias, Yunuén.

Saludos

Miguel Ángel G. Vargas dijo...

De paseo por el blog de Soledad Arrieta ("Tan cotidiano como el mate"), me he tropezado con el tuyo. Al cabo me di cuenta de que llevaba un buen rato escarbando en tus entradas ajeno a todo lo demás. Tendré que volver para seguir leyendo. Por de pronto, si no te importa, lo incluyo en mi lista de blogs de que sigo.
Muy buen trabajo. Felicidades.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Muchas gracias, Miguel. Bienvenido al Elefante.

Saludos

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