sábado, 30 de junio de 2018

Espejos



EL HOMBRE se para frente al espejo, se corre hacia un lado y hacia otro, intensifica la mirada, como si esperase un milagro, y vuelve, como todas las noches, a bufar. De repente, la esposa entra y le pregunta:
—¿Estás bufando?
—Sí, querida; hacer el nudo de la corbata nunca va a ser uno de mis puntos fuertes —improvisa, da una última mirada al espejo, y agrega—: Ya tengo que irme.
—¡Ay!, ¿cuándo te van a cambiar de horario?
—Un día de éstos.
Ella extiende una mano y él se acerca, se abrazan y se besan.
—¡Un día de éstos! —repite, y se dirige hacia la puerta de calle, la abre y la cierra, pero no sale.
Cuando la mujer se retira al dormitorio, él, sigilosamente, hace lo propio al jardín y se transforma. Entre aleteo y aleteo, siente que aún no tiene corazón para confesarle la verdad, y, menos aún, para pedirle que se convierta.
Ella, entretanto, toma un libro escondido bajo la cama, y piensa que será la mujer más feliz del mundo cuando él se atreva a decirle la verdad, la convierta, y ya no deba fingir que es tan ciega como los espejos.
.

4 comentarios:

Miguel Ángel Pegarz dijo...

Mentir por proteger y ser mutuamente desgraciados por el engaño. Y que bien disfrazado de fantasía una historia tan real.

José A. García dijo...

Dicen que el que espera desespera. Habrá que ver cuánto tiempo duran...

Excelente escena.

Saludos,

J.

Ángeles dijo...

Me ha encantado cómo se descubre al final por qué el hombre bufa ante el espejo.

Y también ese juego de engaños mutuos, que es como el reflejo de un espejo en otro.

Saludos!

Gabriel Bevilaqua dijo...

Gracias, Miguel Ángel.

Yo creo que van a durar mucho, José; aunque lo mío es pura intuición nomás.

Gracias, Ángeles. Me alegra que te haya gustado la costura de este microcuento.

Saludos espejados



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