lunes, 14 de diciembre de 2009

El arte de la ficción: dos autores


«Cuando estoy escribiendo una novela me atrinchero en mi mundo y no comparto nada con nadie. Soy de una arrogancia, una prepotencia y una vanidad absolutas. ¿Por qué? Porque creo que es la única manera que tengo de proteger al feto, de garantizar que se desarrolle como lo concebí. Ahora bien, cuando termino o considero casi terminada una primera versión, siento la necesidad de oír algunas opiniones y les paso los originales a unos pocos amigos. Son amigos de muchos años, en cuyos criterios confío y a quienes pido, por tanto, que sean los primeros lectores de mis obras. Confío en ellos no porque acostumbren a celebrarlas diciendo qué bien, qué maravilla, sino porque me dicen francamente qué encuentran mal, qué defectos les ven, y sólo con eso me prestan un enorme servicio. Los amigos que sólo ven virtudes en lo que escribo podrán leerme con más calma cuando ya el libro esté editado; los que son capaces de ver también defectos, y de señalármelos, ésos son los lectores que necesito antes. Claro que siempre me reservo el derecho de aceptar o no las críticas, pero lo cierto es que no suelo prescindir de ellas».


Gabriel García Márquez


«Creo que la narrativa, en la Argentina por lo menos, ha caído en un realismo un poco chato, casi costumbrista, costumbrista tecno, pero costumbrista al fin. Hay una chatura tal (y me sucede con muchos jóvenes que se reclaman de mi influencia, de mí como modelo) que, cuando leo lo que escriben, me sorprendo. Ha quedado muy relegada la invención. Hay como más voluntad de testimonio, de estas vidas maravillosas que estamos llevando. Creo que la historia les ha jugado una mala pasada a los novelistas, y es que les ha solucionado muchos problemas. Y una novela sin conflicto... Estos jóvenes de clase media, que son los que escriben, los que van a la Facultad de Letras, hoy día ya no tienen ningún problema, la historia se encargó de solucionarles todo. El problema sexual, por ejemplo: hoy los jóvenes no tienen los problemas que teníamos nosotros. Entonces se inventan. O recurren a la neurosis. A la hipocondría. Y toda esa miseria psicológica a mí me cansa. Yo quedé como enganchado a las novelas de piratas: salgamos al mar a hacer algo, a tener aventuras. Este realismo de barrio elegante, Palermo Soho, no me convence».


César Aira


En ambos casos, la negrita es del Elefante.


Foto © Raluca Deca


6 comentarios:

Soledad Arrieta dijo...

Que elefante irrespetuoso, habráse visto meterse así en los textos de estas eminencias.
Sí, yo creo lo mismo que Gabriel (GM)y que el Elefante (G), por un lado. Me sucede que le muestro mis textos a la gente en la que confío, me marcan algunos detalles pero en general quedan deslumbrados, enloquecidos, me alagan a más no poder y bla bla. Luego viene el choque. Cuando todo el mundo me dice que mis cuentos son hiper originales y yo me cntento con que a los lectores les suceda eso, me encuentro ocn un escritor (con mucha trayentoria, más de una decena de libros -muy buenos, por cierto- publicados, etc.). Este buen hombre, lee el libro que aspiro a publicar y me dice: "Tu escritura no rompe ningún esquema. Es aburrida, no atrapa, no llega". Antónimo de lo que venía escuchando-leyendo de mis asiduos lectores. Debo admitir que al porincipio me angustié. Y luego sonreí. Descubrí que quienes me leen me hacen devolucones desde lo que sienten y eso llena el ego pero no los libros. Y este hombre viuno a darle un cachetazo al ego de la escritora que me posee y a llenarme el libro (que ciertamente estoy pensando en vaciar). Conclusión: Siempre que lea alguien imparcial.
POr otro lado, me siento identificada con la crítica que hace Aíra, claro que ni estudio letras ni mi vida es tipo Palermo Soho.
En fin, Gabriel (B), está bueno que hayas compartido esto. Controlá a tu elefante, vale?
Cariños, que tengas una linda semana!

Gabriel Bevilaqua dijo...

Soledad, he leído unos cuantos de tus textos —aunque no los haya comentado— y puedo decirte que, desde mi punto de vista, sos dueña de dos elementos que están en el génesis de este oficio: una imaginación deslumbrante y fluidez en la prosa. ¿Qué tenés errores?, pues claro; ¿quién no los tiene? Escribir es una tarea ardua, y, como ha dicho alguien por ahí, fundamentalmente una carrera de fondo. En cuanto a las críticas, existen maneras y maneras; hay mucha —perdón por la expresión— “mala leche” en ciertos escritores/críticos. Por eso no sólo es importante la crítica en sí misma sino además de quién viene (obviamente en el caso del escritor que citás, lo desconozco). Pero lo más importante, según mi punto de vista es que las críticas destructivas no sirven, no ayudan; claro que, como muy bien señala García Márquez, las serviciales cuando hay errores evidentes —o no tan evidentes pero igual de feos—, tampoco. GGM aclara muy bien la cuestión. Pero en todo caso, nunca nunca dejés de tener presente las cuatro oraciones iniciales del texto del colombiano; ésa también es una verdad.

En cuanto a Aira, sus opiniones me resultan —más allá de que las comparta o no— interesantes. La idea de este tipo de post es ir descubriendo cómo diversos escritores conciben el arte de la ficción, para así ir aprendiendo juntos.

Por último, voy a tratar de controlar al Elefante —es un sacrílego, sí—, pero ¡no te prometo lograrlo! ;)

Saludos y cariños para vos (y disculpá tanto parloteo).

Palabras como nubes dijo...

Es que los jóvenes tampoco leen, Gabriel. No sé por qué, si les falta estímulo, si tienen demasiado y lo utilizan en otras actividades... Podría enumerar un centenar de excusas.

Ayer fui a una librería y pedí asesoramiento, quería comprar algo para mi ahijada, de 15 años. "Que no sea de la zaga de Crespúsculo, por favor", dije.
-Entonces no sé qué ofrecerte, porque no vienen a comprar nada más que eso.

Todo dicho.

Un abrazo
Jeve.

PD: Todo este comentario, demás está decirlo, corresponde al texto de Aira. Respecto de las críticas, siempre son favorable si también son respetuosas. Generalmente se puede extraer de ellas algo que nos sea útil.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Jeve, las causas del desinterés lector son muchas y variadas; el tema da para cortar tantísima tela. Pero yo, particularmente, señalaría una —muy polémica, lo sé— a tener en cuenta: lo nefasta que es la enseñanza de Castellano y Literatura en las escuelas. Y no es que crea que no deba enseñarse, pero, por amor de Dios, ¡háganlo bien!

Ahora, fijate, que vos mencionás lo de “Crepúsculo” como algo negativo. Yo no lo veo tan así. A esa edad, 15, 12 ó 10 años, lo importante es despertar el hábito lector; una vez inoculado el germen, el mismo tiempo se encargará de abrir nuevos derroteros.

En cuanto a las críticas estoy de acuerdo contigo —con las salvedades que hice en el otro comentario—.

Un abrazo.

Soledad Arrieta dijo...

Gabriel, vengo a agradecerte por tus correcciones en mi cuento. Con amabas estoy de acuerdo, pero a la primera le hice caso y a la segunda no.
No por mañosa, sino por el público que me lee en este medio, que en su mayoría por lo general no logran captar la esencia del relato (como de hecho sucedió en este). Es decir, no es que los lectores no tengan capacidad de comprensión, sino que admito que a veces, suelo ser muy rebuscada.
Muchas gracias por estar allí y por haberme dado una mano.
Muchos cariños!!!

Gabriel Bevilaqua dijo...

Soledad, no es necesario que me agradezcas: es una forma de compartir, de ver esos pequeños detalles que a todos se nos pasan; además, yo no soy quién para hacerte correcciones, son sólo sugerencias, observaciones, intromisiones descaradas de un elefante imprudente.

Y claro que no creo que seas mañosa, el autor tiene, siempre, la última palabra como dice GM al final de su texto.

Nos seguimos leyendo.

Un abrazo.

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