DESPERTÉ en una embarcación. La adusta mirada de los pasajeros y el porte del barquero me revelaron, tempranamente, que estábamos navegando por las aguas del Estigia. Se me oprimió el corazón. De súbito, una mujer —que me recordó a mi madre— posó sus manos sobre mi cabeza y con una voz dulcísima me dijo: «Vuelve a la costa, pajarillo».
Esta mañana, al restregarme los ojos, algunas plumas persisten entre mis dedos.
Arte © La isla de los muertos, de Arnold Böcklin, interpretada por Pulo
5 comentarios:
Francamente me enterneció mucho. Muy lindo.
Cariños!
Las madres, siempre dispuestas a devolvernos a la vida ...
Yo me guardaría las plumas, para no olvidar que había tendio una segunda oportunidad :)
Ni el mismísimo Caronte tiene tanto poder como una madre. Tiene razón Virginia, habría que guardarse unas plumas.
Saludos.
Jeve.
Sol, Virginia, Jeve: muchas gracias por pasarse y comentar.
Saluditos.
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