martes, 3 de enero de 2017

Litoral



En el número 262 de la revista «Litoral» (aquélla que naciera en tiempos de la generación del 27), dedicado a los trenes, ha aparecido publicado mi microrrelato «En la estación». La revista, que más que revista es un libro, hace un recorrido por la presencia del tren en el arte y la literatura. En palabras del director:
«Uno de los movimientos artísticos que surgieron en los años veinte propulsado por cineastas y documentalistas soviéticos fue el excentricismo y en su excéntrico manifiesto exclamaban: “Proponemos el estudio de las locomotoras… ¡Enseñaremos a querer la máquina!”.
Casi un siglo después esta revista con noventa años cumplidos se manifiesta de la misma manera, proponiendo un estudio de los ferrocarriles en el arte y la literatura, entendiendo que es la mejor manera de enseñar a querer la máquina…»
Agradezco a los editores de «Litoral» el haberme invitado a abordar (en la sección «Trenes fantásticos», página 206) el presente número. 


En la estación
A LAS TRES DE LA MAÑANA, una mujer salió del armario y me preguntó si faltaba mucho para que pasara el tren. Me quedé mudo, y ante mi descortesía, se metió de nuevo en el armario. No pude más que levantarme y abrir la puerta del mueble, correr para un lado y para otro las perchas, buscar en vano. A la madrugada siguiente, a la misma hora, la mujer reapareció y me hizo idéntica pregunta. En esta ocasión, tras observarla detenidamente —era pelirroja, de ojos grises, y tenía un lunar en el pómulo izquierdo—, atiné a decirle que no sabía, y volvió a marcharse. A la noche siguiente mudé el pijama por mi mejor traje y un ramo de flores. Puntualmente, la extraña salió del armario y formuló su acostumbrada consulta. Le reiteré que lo ignoraba, pero enseguida añadí que si yo fuera un tren, y ella aguardara mi paso, ni volando las vías lograrían retrasarme, y le entregué el ramo de rosas carmesí; entonces adornó su cabello con una de las flores y comenzamos a charlar. Durante varias semanas se continuaron nuestros encuentros al pie del armario: unas veces bailábamos; otras, organizábamos pícnics nocturnos; siempre reíamos. Una madrugada, imprevistamente, me reveló que su boleto vencía esa misma noche y que ya no volveríamos a vernos. Cabizbaja, me preguntó si la echaría de menos. Sonreí. Cuando la puerta del armario se cerró a nuestras espaldas aún alcanzamos a oír el silbato del tren en la lejanía.
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6 comentarios:

Sara dijo...

¡Qué precioso empezar el año así! Me dejas un sabor amargo, ¡pero tan dulce...!

Te felicito por tu página 206, bien sabe Dios que te la mereces.

Felices Reyes.

Francisco Espada dijo...

Enhorabuena. No hay duda del prestigio de colocar un relato en esta resista. Hace unos 40 años me publicaron un cuento, con el tren como protagonista, en un libro común, una antología que me dio también mucha satisfacción, salvando las distancias.

Un abrazo.

Ángeles dijo...

Enhorabuena. Aparecer en un sitio como Litoral es un gran reconocimiento. Te felicito.

El cuento me ha encantado. Estas historias surrealistas, algo buñuelianas podríamos decir, me gustan mucho; y me gusta mucho el tono que tiene esta.

Con razón dicen que nunca se sabe dónde puede surgir el amor.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Sara, me alegra que te haya gustado. Felices reyes también para vos.

Francisco: siempre da satisfacción publicar en papel, sin dudas.

Ángeles, de surrealismo vive el hombre ;)

Gracias a todos por vuestros amables comentarios.

Saludos

Miguel Ángel Pegarz dijo...

Enhorabuena. Litoral es muy grande.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Gracias, Miguel Ángel.

Saludos

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